Por Maggy Talavera (*)
Apasionada como soy del periodismo, al que dedico alma, corazón y vida, como dice un bolero, ando cavilando sobre los grandes y graves riesgos que enfrentamos hoy quienes ejercemos la profesión. Mi preocupación no surge apenas por aspectos que tienen que ver con asuntos personales o intereses empresariales de quienes estamos en el oficio, sino más bien por el impacto que ya provocan en la sociedad las serias dificultades por las que atravesamos los periodistas y los medios de comunicación que nos sirven de base de operaciones. Entre otras, el deterioro de las libertades de pensamiento, prensa e información.
Soy una convencida de la interdependencia que hay entre el periodismo y democracia, así que no me resulta difícil relacionar lo que ocurre en uno como en la otra. Por eso mi seria preocupación con lo que estamos viviendo periodistas y medios de comunicación: crisis económicas que han profundizado la precarización laboral en el gremio, como lo señalan los datos que apuntan a una cada vez mayor inestabilidad en las fuentes de empleo, más restricciones para gozar de seguridad social y buenos salarios; a las que se suman las que están provocando las amenazas cada vez más numerosas al ejercicio libre de nuestra profesión, con impactos que se miden en agresiones físicas y, lo que es peor, en muertes.
Todo esto en un contexto político marcado por el avance de regímenes totalitarios o del narcotráfico operando de manera subrepticia en muchos de los países de la región. Dos factores que complican aun más el ejercicio libre de la profesión, como lo ha comprobado el periodismo sobre todo en Cuba, Venezuela y Nicaragua, en el primer caso, o en México, Colombia, Perú, Ecuador y Bolivia, en el segundo caso. Aunque en el nuestro, además de la amenaza del narcotráfico, está cada vez más latente también la del régimen totalitario. Muchos dirán que está por demás preocuparse por las adversidades que plantean estos escenarios y adversidades, ya que al final de cuentas no son sino gajes del oficio.
La verdad es que con 86 periodistas y trabajadores de los medios de comunicación asesinados en el mundo en 2022, más de la mitad de ellos en nuestra región, según datos del Observatorio de la UNESCO, las dificultades o violencia sufrida han dejado de ser solo gajes del oficio. Son amenazas que se cumplen y cobran en vidas, a las que hay que sumar muchas otras formas de violencia que se expresan en secuestros, torturas, extorsión y en persecusión judicial, cuando no en campañas sistemáticas de calumnia y difamación. Con una yapa que agrava aun más el panorama: la impunidad de los autores de todas estas formas de violencia. En los casos de asesinatos, más del 80 por ciento quedan impunes, según el mismo informe de la UNESCO.
A los retos que plantean esas adversidades para seguir firmes en el periodismo, hay que sumar otras que se presentan desde otro frente no violento, pero no por ello más fácil, como son las que planten los cambios tecnológicos. Cambios en todos los sentidos: desde la manera de trabajar en campo, hasta la forma de presentar la noticia e incluso el modelo de negocio. Así como no estamos preparados para protegernos de las amenazas contempladas en el primer escenario, el de la violencia en todas sus formas, tampoco estamos lo suficiemiente preparados para encarar los retos y cambios que se presentan en este otro escenario, el no violento, como lo advierte una encuesta del Instituto de Prensa de la Sociedad Interamericana de Prensa, la SIP.
Según esta encuesta sobre el estado de la transformación digital realizada a inicios de este año, el crecimiento y sostenibilidad de los medios de comunicación latinoamericanos estan en peligro. Todo, por estar a la zaga en tecnología y entrenamiento,como revelan los datos recogidos de ejecutivos y editores de 326 medios de 22 países, en su mayoría nativos digitales: solo 8,75% dice contar con estrategia de podcasting en sus salas de redacción, 25% dice que sus sitios no ofrecen contenido en video, solo 1,5% usa herramientas de Inteligencia Artificial, 50% afirma no haber recibido entrenamiento o ayuda de parte de los programas Showcase o GNI de Google y del Acelerador de Videos o Mentorías de Meta, y apenas 16% cuenta con plataforma de cobro por contenido.
Si sumamos las amenazas y obstáculos de ambos escenarios en los que nos movemos los periodistas y los medios de comunicación, el resultado es cuando menos preocupante. Un balance que puede estar reflejado incluso en un dato más de la encuesta de la SIP: un 32.9% de los medios encuestados cree muy posible o posible su desparición. Un dato no menor, aun cuando vemos surgir también cada año nuevos y variados medios en línea. Eso sí, no todos ellos necesariamente con vocación u orientación periodística, aunque se presenten como tales. Una diferencia que pesa, porque en ella se va el ser periodista.
Vaya panorama el que tenemos los periodistas y los medios de comunicación. Me quedo con preguntas sin respuestas sobre los caminos ideales para sobrevivir o vivir mejor en la loca pero maravillosa persistencia en el periodismo, sintiéndolo como parte fundamental de una vida en democracia.
(*) Publicado en El Deber y Los Tiempos, domingo 5 de marzo de 2023