Sociedad

Celebrando la vida de don Nachito Talavera Alpire

Hoy toca celebrar los 90 años de vida de Ignacio Talavera Alpire. Permítanme darme esta licencia aquí, en esta página. Hoy, sí. Sobre todo ahora que es más necesario que nunca celebrar cada suspiro. El de Ignacio, Nacho, Nachito o don Nachito -como le llaman muchos con tanto cariño- es un aliento cada vez más débil, pero aliento al fin. Merece ser celebrado. Esta vez, deseo hacerlo de una manera distinta.

En realidad, Nacho nació el 1 de febrero de 1931, en Santa Cruz de la Sierra. Pero su joven madre, Josefina Alpire, dispuso que su único niño celebraría la vida cada 2 de febrero. Quería que coincidiera con la celebración del Día de la Virgen de Candelaria. Un deseo que se volvió anécdota en la voz de Nacho: “Un día le reclamé a mi madre por qué me había puesto de nombre Ignacio (queda claro que a él no le gustaba, al menos cuando era adolescente). Me respondió con un ¡ay, no sé… si yo quería que te llamés Candelario! …ahí nomás le dije, ¡que suerte que me llamo Ignacio!” Ahora escribo la anécdota y veo que no logro transmitir la maravillosa picardía que él, Nachito, sabía ponerle a las palabras, a sus recuerdos, a las ocurrencias con las que se ganaba la simpatía de quienes tenían la dicha de compartir con él tertulias de todo tipo.

Los verbos están en pasado, porque desde hace ya varios años él decidió darle descanso a la buena labia, para reemplazarla por un silencio que hay días duele más que otros, pero al que los que lo amamos hemos decidido aceptar sin reparos. Porque aun tenemos la dicha de sentir su aliento, uno que otro suspiro y, sobre todo, su presencia. Su callada presencia, pero presencia viva al fin.Una presencia que sé muchos celebrarán, aunque no puedan disfrutarla como lo hacemos nosotros: su mujer y eterno amor, Carmen Román, su Ñata o Ñatita; sus hijos Ito, Carmiña, yo y Muyuly; sus nietos Maximiliano, Vicente, Mariel, Santiago, Carlos, Ricardo, Bruno, Ignacio y Gabriel; sus bisnietos Santiaguito, Carlita y Bruna. Y sus cuñados y concuñadas, sobrinos de sangre y de corazón, que lo aman tanto como nosotros.

Estoy segura que a pesar de su silencio y de la distancia que ha decidido tomar de la memoria última, guarda en el corazón y en algún rincón de su mente los maravillosos recuerdos de una vida simple y feliz, en la que no faltaron carencias materiales y más de un ingrato momento, pero a los que él supo sobreponer la alegría de vivir a su manera, como ya cantó Frank Sinatra.

Digo que estoy segura de que guarda esos recuerdos, porque sus ojos nos lo dejan saber. Un brillo especial asoma aun en su mirada cuando escucha los boleros que su Ñata pide que les pongamos una y otra vez. Aun la toma del brazo o de la mano (a veces incluso desliza la suya sobre la pierna de su Ñata, que no ha perdido hasta hoy un pudor que enternece) y la reconoce. A veces, en plena madrugada, la despierta llamándola por su nombre, Carmen… Carmen, Carmen…Entre esos recuerdos guardados en los misterios de su corazón están, estoy segurísima, millares de palabras, gestos y tantas otras manifestaciones de cariño sincero que, por suerte, pudo cosechar y disfrutar a lo largo de toda su vida. Imposible no hacer aquí una mención especial para su otra gran familia, la que cultivó y disfrutó aun en tiempos de crisis, como es la de la dirigencia e hinchada de su Club Deportivo Real Santa Cruz.

Falangista desde que era apenas un adolescente (siempre recordaba cómo se hizo falangista, de la mano de un tío muy amoroso como fue Rafael Talavera Roca), nunca cambió de línea, algo que jamás fue motivo de peleas entre amigos y menos motivo de enemistades. Claro que Nachito no fue un santo, tuvo sus tropiezos por ahí, como todo ser humano, de carne y hueso. Pero puedo asegurar que ha sido siempre un hombre bueno, querendón y alegre. Hoy que celebramos sus 90 años, deseo pedir a quienes hayan compartido con él algún momento especial, por favor compártanmelo aquí o a través de Messenger.

En la familia queremos rescatar la memoria que él ya no puede contárnosla, aunque esté atorada en la garganta o, quien sabe, descansando en algún rincón de su corazón o de su mente, o en ambos.Gracias por permitirme compartir con ustedes la celebración de esta fecha. Con un dejo de pena, porque será la primera vez en 65 años de matrimonio que Nachito no podrá recibir el abrazo de su Ñata, a la que no le quedará otra alternativa que felicitarlo por videollamada, la famosa videollamada que se ha vuelto rutina en tiempos de pandemia. El virus ha obligado esta separación momentánea, que ya pasará, pero que era inevitable para preservarlos de un riesgo mayor.

Y recuerden: #viviresurgente.