Opinión

La hora de la verdad

Por Maggy Talavera (*)

Aunque resulte cansino, no queda otra que repetir una vez más una pregunta que suena más a interpelación, dirigida a quienes están en este momento con el poder de decidir e influir en los hechos políticos que nos mantienen a todos en vilo. ¿Qué otras violaciones más esperan que se cometan desde la cúpula que gobierna al país para actuar con el rigor que demanda el estado de emergencia en el que se encuentra la endeble democracia?

Una emergencia más grave que las muchas declaradas ya por causa de las pandemias que causan estragos en la salud de la población, como es esta que vivimos una vez más en Bolivia, provocada por quienes están decididos a consolidar a como dé lugar un proyecto de poder totalitario. Una meta a la que se están acercando a pasos acelerados y no solo por méritos propios, sino también gracias a la miopía y tozudez de quienes están del otro lado, pese a que muchos de ellos padecen en carne propia la violencia del poder central.

Lo estamos viendo de manera descarnada en Santa Cruz, el nuevo blanco elegido por la cúpula del partido de gobierno. Es impresionante ver cómo los decididores del frente que se dice opuesto al proyecto del MAS se están prestando para facilitarle a éste el avance en su propósito de poder total. No solo dispersos, sino además confrontados entre los que se supone son iguales, están siendo peligrosamente irresponsables e inconsecuentes con las posiciones democráticas que aseguran defender.

¿No es acaso esto lo que estamos viendo tras la absurda polémica generada sobre quién gobierna a Santa Cruz, tras el secuestro y encarcelamiento del gobernador Luis Fernando Camacho? Ahora ya no queda duda: esa cúpula gubernamental estaba más al tanto que los propios cruceños sobre las fisuras existentes al interior de la institucionalidad cruceña, y no apenas del ya innegable boquete abierto dentro de la Gobernación. Por eso osó dar el golpe que todos veían venir, pero que en el fondo creían que no se concretaría.

Gravísimo error en un momento en el que dar un paso en falso significa caer en el abismo tan temido, y del que ya no hay retorno. Un peligro inminente del que no parecen tener conciencia esos actores claves del poder local, ni siquiera en la coyuntura actual, marcada brutalmente por el secuestro del gobernador, pero también por la violencia sistemática y persecución policial y judicial asestadas contra otros representantes políticos, activistas y vecinos sin filiación alguna. Entre los actores, muchos del entorno del propio gobernador.

Un error que amenaza convertirse en tragedia si las cabezas del poder local insisten en el absurdo de prenteder negar esa realidad de fisuras, boquetes y abismos revelados tras la captura y encarcelamiento del gobernador. Una actitud que impide poner los puntos sobre las íes, hablar con la verdad, resolver sus diferencias y deponer actitudes contrarias al bien mayor que, en este momento, no es otro que el de frenar en seco la arremetida violenta del poder central, salvando lo que resta de la maltrecha democracia.

¿Tendrá conciencia de ello el gobernador y su entorno? ¿Tendran conciencia también de esto las elites empresariales y las de otros sectores de la sociedad civil, entre estos los del movimiento cívico, los profesionales, los de plataformas que se multiplican por decenas? ¿Tendremos conciencia los trabajadores y los medios de prensa de qué es lo que está en juego? ¿Estaremos todos dispuestos a sincerar el debate que se diluye hoy entre más de una avalancha de denuncias, entre intereses y pasiones que frenan la urgente llegada de la hora de la verdad?

Acá veremos de qué madera está hecho cada uno de esos actores claves en la resolución de problemas que son de única y absoluta responsabilidad local, por mucha convergencia que tengan con los asuntos de interés nacional. Ya no es posible seguir dando vueltas sobre un mismo eje o punto ciego, mientras quien está al frente ha demostrado estar más que decidido a ir con todo para consolidar cuanto antes su proyecto totalitario. Un dato de la realidad que obliga a insistir en la pregunta inicial: ¿qué más tendrá que suceder o que otra prueba habrá que exhibir para dejar constancia de ese propósito?

Bolivia aun está a tiempo para evitar ser otra Nicaragua. A tiempo pero contrarreloj. Y la hora definitiva no está exclusivamente en manos de quien manipula las manillas del reloj, sino también de quienes lo sostienen. No hay hay, es hora de la verdad. Y no a medias.

(*) Publicado en El Deber y Los Tiempos, domingo 19 de febrero de 2023