Opinión

La crueldad de los cínicos

Por Maggy Talavera (*)

Ya no se trata apenas de acosar, perseguir y encarcelar a quienes piensan distinto a ellos, a los encumbrados en el gobierno central. No les basta cometer cada uno de esos abusos o todos a la vez. Quieren más, exigen sangre, buscan la muerte de sus adversarios, sean o no opositores declarados, militantes o no del partido de gobierno. Alientan abiertamente, sin disimulo, la tortura lenta de sus víctimas y no descansan hasta escuchar los últimos latidos de esos corazones atormentados y golpeados por la injusticia y el desamparo.

Recurren para lograr su propósito criminal al uso y abuso de las instituciones llamadas por ley a proteger y resguardar a los ciudadanos. Policías, jueces, fiscales y hasta defensores del pueblo o de los derechos humanos caen en el juego perverso de ese poder central y, en vez de cumplir con esas obligaciones, se someten a órdenes de los mandamases de turno. A esos tampoco les tiembla la mano, ni los frena el corazón (quien sabe, tal vez tengan al lado izquierdo del pecho piedras y puñales), al momento de ejecutar el trabajo sucio.

Bien calzan cada uno de ellos en una de tantas reflexiones del escritor José Saramago, que recoge el periodista Juan Arias en “El amor posible”: “El único animal realmente cruel que existe es el hombre, que mata por placer, por pasión, por venganza, por odio, por todas las razones que más o menos sabemos; y que, además de matar, tortura. Ningún animal tortura a otro animal, y es a esto a lo que hay que decir «no». Un “no” que no está ni en el vocabulario, ni en las acciones de los que parecen gozar de ser crueles.

¿Qué otra cosa, sino crueldad, es lo que vemos en el trato que esos encumbrados en el poder central dan a los que acosan y persiguen por ser críticos, contestarios o simplemente no sometidos a la voluntad y capricho de los primeros? Peor aun, maltratan y torturan (en varios casos hasta la muerte) a quienes deberían más bien ser premiados por denunciar la corrupción, como fue el caso de Marco Antonio Aramayo, ex director del Fondo Indígena, torturado lentamente durante siete años, hasta su muerte en prisión en abril de 2022.

Traigo como ejemplo el caso de Aramayo, porque pinta de cuerpo entero a los crueles que se han alternado en el poder en las últimas décadas. Aramayo era militante del MAS, un requisito obligado para ser funcionario público. En 2013 fue posesionado como director del Fondo Indígena, nada menos por el entonces ministro de Economía y hoy presidente de Bolivia, Luis Arce. En 2016 comenzó su calvario, tras denunciar por corrupción a Nemesia Achacollo, entonces ministra de Desarrollo Rural y Tierras.

Aramayo vivió sus últimos siete años bajo detención preventiva, enfrentando 256 procesos iniciados en su contra, padeciendo el traslado de cárcel en cárcel -56 en total- y, por si fuera poco, cautelado en una oportunidad 14 veces en un mismo día, sufriendo “tortura” y “humillación”, de acuerdo al Instituto de Terapia e Investigación, como detalló ELDEBER en la noticia que daba cuenta de la muerte lenta de Aramayo, que padecía de hipertensión y diabetes. Si esto no es un trato cruel, ¿entonces qué es?

El caso de Aramayo es apenas uno entre tantos. Hay muchos más registrados tanto en los gobiernos presididos por Evo Morales, como en el actual, a la cabeza de Luis Arce. Hubo y hay trato cruel, como lo prueban los últimos casos más comentados: el de César Apaza, dirigente de Apdecoca; el del gobernador de Santa Cruz, Luis Fernando Camacho; el de varios policías y militares; y uno de los más recientes, el de Marcel Rivas, ex director de Migración durante la gestión de Jeanine Añez, preso en la cárcel de San Pedro desde 2020.

Rivas, que tiene solo un riñón y está delicado de salud, enfrenta al menos cuatro procesos abiertos en su contra. Habiendo sido sobreseído en el caso por el que fue enviado al penal de San Pedro, no ha logrado recuperar su libertad por una maniobra del Ministerio Público que presentó una nueva denuncia, frenando su salida de la cárcel. Cansado de los abusos, Marcel ingresó en una huelga de hambre que está a punto de completar diez días y sigue siendo sometido a artimañas que le impiden asistir a la audiencia para lograr su libertad.

Nadie ha podido visitar a Rivas. El responsable de la cárcel de San Pedro está manipulando la situación para impedir que Rivas asista a esa audiencia, tal como quedó comprobado el viernes pasado, cuando la misma fue suspendida en ocho oportunidades por las acciones tomadas por el gobernador de San Pedro. La manipulación de este nuevo caso ha llevado a un grupo de personas, a la cabeza de Fernando Hamdan, a iniciar una huelga de hambre en la Plaza 24 de Septiembre de Santa Cruz de la Sierra, la que cumple hoy una semana.

Lo sucedido el viernes pasado ha servido para dejar en evidencia otro dato muy grave: una suerte de complicidad entre la principal autoridad de Régimen Penitenciario, el encargado del penal y un grupo de presos detenidos en San Pedro, como lo describe el periodista Carlos Quisbert, responsable de cubrir la información para Periodismo Sin Photoshop. Todo para frustrar la audiencia e impedir que Rivas recupere su libertad. Otra vez, la perversa y cruel receta ordenada desde el poder central, y cumplida en otros casos ya denunciados.

Crueldad y cinismo, habrá que decir también, no solo por las declaraciones oficiales que se difunden desde el Poder Ejecutivo, sino también por las hechas por los responsables de la administración de Justicia. Una realidad muy grave, que puede agravarse aun más a partir de finales de este año e inicios de 2024, dada la no realización de las elecciones judiciales, el vacío que se puede generar a partir del próximo año, cuando deben asumir los nuevos magistrados y jueces, ya que a los actuales se les vence el mandato en diciembre próximo.

La pregunta es: ¿en qué situación quedarán tanto los presos políticos, en particular, pero los reos en general y quienes puedan ser sometidos a procesos a partir de la fecha? Si ya ahora se denuncian tantas arbitrariedades y retardo en la administración de Justicia, ¿qué se puede esperar en los próximos meses? ¿Más cinismo, más crueldad, más indefensión ciudadana? La coyuntura nos está mostrando un panorama asustador, frente al cual no se vislumbran soluciones inmediatas. ¿No habrá otra salida que exclamar “¡Dios nos libre!”?

(*) Publicado en El Deber y Los Tiempos, domingo 5 de noviembre de 2023