Por Manfredo Kempff Suarez
Los cruceños estamos ya en plenos festejos de lo que es un nuevo aniversario de la insurrección contra la corona española y no habrá nada que lo detenga, mucho menos las impertinencias de algunos sujetos, que, abusando del poder político, tratan de indisponernos. Nada detiene a la FEXPO, ni a la serenata camba, ni a la reina de Santa Cruz, ni la iza de nuestra bandera, cantando esa estrofa, que, no entendemos por qué, incomoda a los actuales gobernantes y a los fundadores del Estado Plurinacional, como Evo Morales, que tuvo el descaro de sugerir su cambio: “La España, grandiosa, con hado benigno, aquí plantó el signo de la redención…”.
Por supuesto que los cruceños nos interesamos por nuestro pasado y somos orgullosos de la larga marcha de nuestra ciudad que empezó a orillas del Sutó en la serranía chiquitana y que siguió hasta el Guapay, para terminar donde hoy estamos, junto al Piraí. Entre tanto, asesinaron a nuestro fundador don Ñuflo de Chávez, y los pioneros, mujeres y hombres, tuvieron que enfrentar a tribus guaraníes bravas, resistentes sobre todo a lo que fuera la ocupación de sus territorios. Basta con ver la marcha indígena que viene desde Trinidad, enfrentando todas las desventuras habidas y por haber, para detener la codicia de quienes ambicionan tierras para sembrar coca.
De nuestro grito libertario del 24 de septiembre de 1810, conocemos mucho o poco, pero sabemos lo que nos dicen los libros. La pena es que los libros en que aprenden nuestros niños y en los que aprendieron nuestros abuelos y nosotros mismos, no son tan acertados en algunos casos o tienen muy mala fe en otros. Hoy, por ejemplo, leer la historia de Bolivia, es para encontrarse con una sucesión de mentiras tendenciosas que vienen de antaño, pero donde ahora se agrega un ingrediente cultural y racial que los cruceños no reconocemos como propios.
No obstante, Santa Cruz jamás ha mezquinado su concurso, no solo en el desarrollo del país sino en su defensa. Fuimos a combatir al Pacífico con un pequeño contingente porque por aquellos años ni siquiera se podía llegar hasta las urbes cordilleranas nacionales. Pasar al otro lado de los Andes demoraba meses, sin embargo, se fue a pie. Y en cuanto al Acre no se puede discutir que, sin el patriotismo del cruceño Nicolás Suárez, de sus valientes peones cruceños e indígenas nativos y de su dinero, no se habría formado la Columna Porvenir que detuvo a los avasalladores brasileños en la batalla de Bahía y salvó una buena parte del territorio en disputa, que hubiera pasado íntegramente al Brasil. Y respecto del Chaco, aunque ya se hablaba del separatismo cruceño, los cambas, los de aquí y los del Beni, combatieron con denuedo derramando mucha sangre y su mayor símbolo es Germán Busch.
Cuando nos referimos a la Santa Cruz insurrecta de la de Independencia, donde realistas y patriotas se repartían por igual, o al Pacífico, el Acre o el Chaco, nos referimos al pueblo que de apenas 15 mil habitantes llegó penosamente a 40 mil en más de un siglo. Era el “pueblo grande” que estaba aislado en la extensa llanura del Grigotá. Al no tener importancia económica, cuando la minería lo era todo, no teníamos ni comunicaciones siquiera. Por lo tanto, su producción, casi artesanal, de azúcar, alcoholes, charque, maderas y cueros, tenía que ser llevada a las provincias altas a lomo de mula, para su venta. Nada que ver con la ciudad actual de dos millones de habitantes, al departamento con más de tres millones, que es el sustento alimenticio de la República y gran generador de divisas por exportaciones.
En este 24 de septiembre, hay que repetir lo que los cruceños vienen diciendo desde el Memorándum de 1904. No queremos otra cosa que no sea facilidades para comunicarnos. No queremos que nos colonicen porque ese tiempo ya pasó. No queremos que nos regalen plata, porque es suficiente que el Estado cumpla con lo que nos corresponde y nos debe. No queremos más “interculturales” andinos (colonos) porque tenemos gente nuestra para trabajar. No queremos el modelo económico “social comunitario” porque no lo entendemos, sino el modelo cruceño con el que nos va bien. ¿Es mucho pedir? ¿O como siempre vamos a tener que arrebatar a la fuerza lo que nos beneficia regionalmente?