¿Quién no ha escuchado o dicho alguna vez eso de que las crisis son oportunidades? O lo otro, eso de que nada ocurre por acaso. Pues bien, ambas sirven hoy para hablar del tema que copa la agenda mediática internacional: la pandemia del Covid-19 o coronavirus. Una emergencia sanitaria mundial que comienza a generar, aunque aun en baja intensidad, un necesario proceso de reflexión no apenas sobre el nuevo virus en sí, sino también sobre el modelo de sociedad que estamos construyendo desde la particularidad de cada una de nuestras familias y la del país en el que vivimos.
Hablo de familias y de países, porque ninguna reflexión puede llegar a buen puerto si solo toma una parcela de la realidad. Pienso en este momento en las acertadas reflexiones del historiador israelí Yuval Noah Harari, hechas en un ensayo publicado en Times y que me compartió Karina Vargas. Todas ellas, dirigidas a la humanidad y enfocadas en la ausencia de liderazgos globales. Pero a la vez, todas de fácil adaptación a la realidad familiar. Hay tres que son centrales. Dos están relacionadas al antídoto ideal contra el coronavirus: la cooperación, antes que la segregación; y la información en vez del aislamiento. La tercera es una verdad de fondo: “Cuando los humanos se pelean, los virus se duplican”.
Harari está aprovechando la crisis como una oportunidad extraordinaria para retomar con urgencia una reflexión sobre el rumbo que le estamos dando a nuestras vidas, a nuestras sociedades. Es el camino que deberíamos aprovechar de recorrer todos, para ver si somos capaces de rectificar senderos y corregir entuertos. Replicar un FODA, el ejercicio al que se someten muchas organizaciones, empresas y grupos de trabajo para conocer y encarar la realidad de crisis que enfrentan, y plantear a partir de allí soluciones que pasan muchas veces por la revisión, corrección y hasta cambio de objetivos. El ejercicio puede ayudar a ver con claridad las fortalezas, oportunidades, debilidades y amenazas que trae el virus.
Muchos creerán que es pérdida de tiempo. Acostumbrados como estamos en este mundo a correr a diario, a partir sin ver bien el destino, a decidir sin pensar, somos reacios a todo lo que signifique parar, respirar, pensar, y solo después decidir y actuar. Lo vemos a diario sobre todo en algo que se ha vuelto tan rutinario como respirar: conectarnos a las redes sociales y compartir cientos de datos sin verificar, en pocos minutos. Nos cuesta parar un momento, leer con calma y pensar antes de replicar. Pues bien, el coronavirus ha llegado para ponernos no apenas en emergencia sanitaria, sino en alerta humanitaria. Nos está obligando a parar, a frenar nuestro ímpetu irreflexivo, a quedarnos en casa y a pensar en las causas y en las consecuencias de un intruso que llegó para quedarse muchos años.
Pensar, por ejemplo, en “la ausencia de líderes mundiales que puedan inspirar, organizar y financiar una respuesta global coordinada” contra el coronavirus, como señala Harari. Una ausencia que él enfoca en los Estados Unidos de Donald Trump, pero que nosotros bien podemos replicar desde lo local. Hace años que solapamos una realidad vergonzosa, que llega a ser inhumana, de una alcaldía sin alcalde de verdad; o lo que nos ha ocurrido como país desde hace muchos años, con “políticos irresponsables” que “deliberadamente han socavado la confianza en la ciencia, en las autoridades públicas y en la cooperación internacional”, como señala Harari en el ensayo ya citado.
Volviendo a la sugerencia de un FODA, simulo el ejercicio y deduzco como fortaleza ante esta emergencia, la capacidad que tenemos los bolivianos para sobrevivir ante cualquier crisis, del tipo que sea. Como oportunidad, la de repensar cómo estamos viviendo nuestra vida y cómo encaramos nuestra responsabilidad al elegir, fiscalizar y premiar o castigar a quienes elegimos para gobernar en los tres niveles de gobierno. Como debilidad, caer en la tentación de desoír las medidas públicas para frenar al Covid-19. Y como amenaza, la apatía o desolación colectiva que nos impida rectificar caminos y enmendar errores.
𝗠𝗮𝗴𝗴𝘆 𝗧𝗮𝗹𝗮𝘃𝗲𝗿𝗮, 𝗽𝗲𝗿𝗶𝗼𝗱𝗶𝘀𝘁𝗮.
(Artículo para EL DEBER, domingo 22/03/20)