Por Maggy Talavera (*)
Estaba decidida a iniciar este desahogo semanal con un maravilloso verso de Raúl Otero Reiche que anda dando vueltas en mi cabeza hace tiempo: “Amor, que pasas cantando/ diciendo dulces mentiras/ tan bellas cosas inspiras/ que morirás perfumado.” Improvisé un juego de palabras con las dulces mentiras, la bella inspiración y la muerte perfumada, en el que las mentiras no iban a ser tan dulces, la inspiración tal vez no muy bella y menos aun la muerte -la propia, la ajena- con aroma perfumado. Todo, pensando en Santa Cruz y en este 213 aniversario de nuestra efeméride departamental.
Pero elay que se me atraviesa un librito publicado hace 40 años, Ser cruceño, y lo trastoca todo. Chau versos con sus dulces mentiras y muerte perfumada. Fue imposible oponer resistencia a la llamada de esas treinta nueve páginas amarillentas, en las que recupero reflexiones tan actuales, que asustan. Sí, asusta reconocer similitud entre problemas planteados a inicios de los años ochenta y los que vamos anotando hoy, porque deja en evidencia qué poco hemos hecho para resolver esos viejos pleitos, a pesar de haber dado en el clavo más de una vez con propuestas claras, pero no ejecutadas o dejadas a medias.
El librito contiene algunos pronunciamientos y decisiones tomadas por el directorio del Comité pro Santa Cruz, presidido en 1983 por Percy Fernández Añez. Me detengo justo en el publicado el 24 de septiembre de ese año, titulado Nuestro departamento, que incluye nada menos que la propuesta de elección por voto popular de los gobiernos municipales y departamentales, para que esté vigente en 1984. “Este será el cambio de fondo y en ello debemos centrar nuestras exigencias”, se lee en el sexto párrafo, precedido por un par de reflexiones sobre la democracia y la necesidad de potenciar las aspiraciones regionales.
Ya preocupaba entonces “la destrucción y agotamiento permanente de las riquezas de sus suelos, de su fauna, de sus maderas, de sus minerales, de sus hidrocarburos, en beneficio de pocos o para que se diluyan en el sostenimiento de la burocracia pública o en el pago de los negociados que se han realizado en todos los tiempos”. Anticipaba además la acusación de las nuevas generaciones a las viejas por la destrucción y despilfarro de los recursos naturales “sin dejar una estructura que garantice un desarrollo económicamente viable y socialmente justo”.
Reconocía como problemas graves el desorden en la administración de la tierra y en la producción, los avasallamientos y la violencia, la elevada tasa de crecimiento poblacional el departamento y sobre todo de la capital “cosmopolita y concentradora de decisiones, está provocando el vaciamiento acelerado de nuestras provincias y la marginalidad de la gente genuinamente cruceña en nuestra propia tierra”. El tema de identidad cultural está presente en este y otros pronunciamientos contenidos en la breve memoria, con un tono que poco difiere del que escuchamos hoy, exactamente sobre los mismos temas.
Un tono crítico que rescato de uno de los últimos pronunciamientos de esa gestión cívica, Nuestra identidad cultural, publicado el 16 de enero de 1984. Dice: “Declaramos que ser cruceño es una actitud sincera y un compromiso íntimo, y no la cerca en que se escudan grupos interesados en mantener una situación que los beneficie política y económicamente. Hay que evitar la tentación de transformar lo cruceño en una especie de feudo productivo, bajo el cual yacen siempre los intereses económicos y políticos de grupos locales de poder, y a veces hasta ajenos a la región”. ¿En qué quedaron esas ideas, esas reflexiones e incluso propuestas como la del Instituto Cruceño de Cultura, detallada ya al final de Ser cruceño, resultado del Primer Seminario sobre Política Cultural Cruceña?
¿Cuántas otras publicaciones similares estarán por ahí, entrepapeladas, con una memoria que valdría la pena rescatar para renovar e impulsar un nuevo y necesario proceso de reflexión sobre lo que estamos viviendo hoy en Santa Cruz, sobre los problemas que lo agobian y los desafíos que tiene por delante? Releo con calma estas páginas cuarentonas, las reflexiones y propuestas que contienen, y no puedo evitar la desazón que me queda al contrastarlas con nuestra realidad, hoy, cuando llegamos a un 24 de Septiembre con saldo en contra en el libro de nuestra historia reciente.
(*) Publicado en El Deber y Los Tiempos, domingo 24 de septiembre de 2023