Por Maggy Talavera (*)
Eisela Ortiz Azogue viuda de Mendívil, ¡gracias por tanto! Esto es lo primero que me urge decir ahora, a pocos días de recibir la noticia del inicio del sueño eterno de esta extraordinaria mujer, hija, hermana, esposa, madre, abuela, biesabuela, profesional, líder cívica y ser humano solidario que fue a lo largo de sus casi 97 años la doctora Eisela, como la llamaban muchos, o Tetelita, como la bautizaron los nietos -su mayor orgullo-, de cuyo apodo fuimos apropiándonos todos los que aun no siendo familia tuvimos el privilegio de conocerla y compartir con ella espacios, tertulias y sueños.
Quienes tuvieron ese privilegio saben muy bien que no estoy exagerando. Nacida en Santa Cruz de la Sierra el 17 de agosto de 1925, fue una de las primeras mujeres en formarse como bioquímica en la Universidad Mayor San Francisco Xavier, en Sucre. Y ese sería apenas el inicio de un largo camino recorrido durante casi un siglo, un viaje con muchas más que cuatro estaciones, como las que nos marcan los años. Son tan numerosas y diversas, que recuerdo haberle dicho en la última entrevista que le hice en septiembre de 2020, que su vida daba para escribir no apenas un libro con varios capítulos, sino una enciclopia con muchos tomos.
Eisela fue una de las primeras mujeres cruceñas profesionales, emprendedora en un tiempo en el que ni siquiera asomaba ese término, como lo demuestra la fundación y puesta en marcha de Radio Oriental, junto a su gran amor y compañero de vida y lucha, don Hugo Mendívil, papá Hugo, como también nos acostumbramos a llamarlo incluso los amigos. En unos años que ser dirigente cívica podía significar cárcel y más peligros, ella lo fue, al lado de la doctora Elffy Albrecht, a quien incluso llegó a suplir durante un tiempo como presidenta del Comite Cívico Femenino.
Después vendrían otros grandes sueños y retos, como el de la puesta en marcha de las Bibliotecas Ambulantes; la creación de la Legión Cruceña de Combate al Cáncer, de la que la doctora Eisela fue fundadora y líder hasta sus últimos días; e incluso la puesta en marcha y consolidación de la Asociación de Mujeres Profesionales, de las que también fue dirigente y gran incentivadora. A esas iniciativas se suman otras, en otros ámbitos, como el de la Asociación de Padres de Familia con hijos estudiando en el extranjero, fundada para resolver el grave problema que enfrentaron durante los años de la hiperinflación. O las que le nacieron por esa alegría innata, al alentar el Corso Infantil y el Carnaval de Antaño, junto a otras mujeres alegres como ella.
Por supuesto que este espacio queda corto para contar tantas vidas vividas en una sola por esta mujer multifacética. Tantas anécdotas maravillosas para compartir, como la que nos contó en esa última charla sobre el monumeto a la Madre que está en la Plazuela del Estudiante. Don Hugo la trajo de Brasil. Prácticamente, la rescató de la basura. Y al final resultó ser una obra de un reconocido escultor italiano, como finalmente llegaron a saberlo acá de manera también fortuita, por una autoridad del Consulado de Italia en Santa Cruz de la Sierra. ¡Cómo reímos al recordar la historia!
Y así tenemos que seguir recordando no solo las historias vividas y contadas por la doctora Eisela Ortiz viuda de Mendívil, sino a ella misma: riendo, con una sonrisa en los labios, tal cual era su sello. Con una alegría de vivir interminable y contagiosa, con un coraje y fuerza que asombraban, porque parecían imposible que surjan de una figura tan menudita, aparentemente frágil, como era el cuerpo que ella habitaba y al que daba vida. Por eso, otra vez, ¡gracias Tetelita, gracias por todo y por tanto!
(*) Publicado en El Deber y Los Tiempos, domingo 01 de mayo de 2022