Opinión

Evidencias

Cualidad de evidente, dice el diccionario al buscar la definición de evidencias. Y evidente no es sino algo que “es tan claro y patente que no puede ser puesto en duda o negado”. Es evidente, por ejemplo, que una pandemia llamada Covid-19 golpea a casi todos los países del mundo. Bolivia, entre tantos. También es evidente que unos países han logrado enfrentar mejor la lucha contra el nuevo coronavirus, mientras que a otros les ha dio y les está yendo muy mal. Corea del Sur, Uruguay y Alemania figuran entre los primeros. Brasil, Estados Unidos, España, Italia y, entre estos, Bolivia, están en la lista de los segundos. Una evidencia expuesta no solo en las cifras oficiales de casos confirmados, recuperados y de muertos (nuestras cifras están lejos de la realidad real), sino también en otros datos que subyacen a esas y que son, sin duda, evidencias de los éxitos de los primeros.

Educación ciudadana, respeto a la institucionalidad y a las autoridades públicas, apego a las leyes, compromiso con la vida, capacidad y coherencia en la toma de decisiones claras y oportunas pueden ir a la lista de las evidencias vistas en los países que han y están aun capeando bien la crisis sanitaria. Ninguna de esas evidencias está en el caso boliviano. Es evidente que gran parte de la población falló y sigue fallando en el principal compromiso: el cuidado de la propia vida y, cómo no, de la ajena. Es evidente también que el gobierno falló y sigue fallando en sus acciones; fallas que han ido desde graves errores en la toma de decisiones, a imperdonables actuaciones delincuenciales entre algunos funcionarios. Las denuncias de corrupción han comenzado a ganar titulares de prensa, alimentadas sin duda por la falta de transparencia en el manejo de los recursos propios y donaciones para atender la emergencia. Un mal que se está replicando en los otros niveles de gobierno.

Es evidente también que no basta echarle la culpa al despilfarro criminal de recursos por parte del MAS, que gobernó en los últimos 14 años. Sobran evidencias de este manejo no apenas irresponsable, sino delincuencial. Pero eso ya era sabido. ¿Con semejante prueba, no cabía acaso al actual gobierno marcar la diferencia? Es evidente que no lo ha hecho, no solo porque la presidenta y su partido optaron por repetir el pecado criticado en Evo y el MAS (ser candidata además de presidenta, insisto, olvidando la misión con la que juró al mando del país en noviembre pasado), sino también porque al igual que ese régimen está siendo incapaz de oír a las regiones, de escuchar críticas y propuestas, de esclarecer la recepción y distribución de donaciones, de informar con la verdad dónde están las 295 camas hospitalarias que dice haber habilitado en tres meses, dónde las 375 UTI, dónde los 1.789 ítems de salud, dónde y cuáles son los 22 laboratorios para procesar pruebas Covid-19. Las cifras están en un spot, al estilo del MAS, en el que no menciona a los respiradores mecánicos demandados en todo el país, en especial en Santa Cruz y Beni.

Más aun: si tan convencidos están del daño terrible causado por el MAS durante sus 14 largos años de gobierno, ¿por qué continúan negociando con las cúpulas masistas temas tan fundamentales para la reconducción democrática del país, como son las elecciones? ¿Por qué no se han acelerado las investigaciones y procesos contra esas cúpulas, autores materiales no solo del fraude electoral de octubre del año pasado, sino también de actos violentos como el visto hace un par de días en Entre Ríos, pero que además abundan en la actuación de su actual injusta bancada parlamentaria mayoritaria? Hay evidencias de sobra sobre la preocupante actuación de las cúpulas y sectores del MAS, tanto durante el proceso electoral fraudulento del año pasado, como ahora, frente a la pandemia.

La inoperancia frente a tantas evidencias solo contribuye a la impunidad de los delitos y de los delincuentes. Un virus tan o más letal que el Covid-19, contra el cual no hemos sido capaces de crear una vacuna efectiva. Hoy hay un explosivo entrevero de virus, cuyos efectos serán más nocivos que los solo provocados por en el nuevo coronavirus. No veo al frente una solución posible que parta de los actores políticos, enfrascados ellos ahora en ridículos cálculos electorales. Las evidencias recogidas hasta hoy parecen indicar que solo hay un camino para romper este nefasto círculo vicioso, y este no es otro que el de una nueva movilización ciudadana, como la de octubre de 2019. ¿Será posible con la amenaza real del Covid-19 y con la pesada carga del desencanto?.