Aunque dicen que árbol que nace torcido no endereza nunca, soy de las que cree que la esperanza es la última que muere. Traigo a colación estas dos máximas para decir que si bien muchos compartimos un sabor a poco por los magros resultados obtenidos en la lucha contra el Covid-19 en Bolivia, después de dos meses y nueve días de cuarentena rígida, aun estamos a tiempo para corregir tareas y enderezar el tortuoso camino trazado (a veces pienso que a tientas) por las autoridades del gobierno central. Una misión que es responsabilidad principal del aparato estatal, pero cuyo éxito o fracaso depende también de la conciencia y compromiso ciudadano. No hay vuelta que darle: es tarea compartida.
Una tarea compartida que no ha sido asimilada así por la gran mayoría de los bolivianos. Hay muchas razones que explican esta desidia. Una de las principales, sin duda, es la falta de educación, en el sentido más amplio de la palabra. Nos falta educación ciudadana, algo básico en cualquier sociedad. Y peor aun: nos falta voluntad para salir de la ignorancia. Lo estamos viendo hoy con total crudeza, en la resistencia de muchas personas a acatar las medidas de restricción dispuestas a mediados de marzo por las autoridades públicas, tras confirmarse los primeros casos de Covid-19 en el país. Es como si cuidarnos y cuidar a los que nos rodean fuera un castigo antes que un beneficio mutuo. No han faltado nefastos personajes dispuestos a alimentar esa ignorancia, con propósitos partidarios y dañinos.
Pero no solo la gente ha fallado en esta misión por la vida. También lo han hecho muchas autoridades y funcionarios públicos. Lejos de aprovechar en serio las ventajas que ofrece una herramienta excepcional como es la cuarentena, lo único que han hecho es perder el tiempo en acciones ajenas a la pandemia, cuando no aprovecharse de la misma con actos ilícitos. Resalto que son excepciones y no la regla, pero excepciones de peso capaces de distorsionar o diluir la parte buena. ¿De qué otra manera se explica que, a dos meses y 9 días de cuarentena rígida, cumplidos hoy, el gobierno no haya sido capaz de ordenar la casa, evitar el caos, priorizar acciones y obtener resultados que alivien el golpe del Covid-19 sobre todo en dos departamentos del país, Beni y Santa Cruz?
A las autoridades de gobierno les desagrada recibir críticas, pero no queda otra opción que hacerlas, con el cuidado siempre de no pecar de injustos o desconsiderados. Y toca hacerlas ahora, porque ha quedado claro que desaprovechó el tiempo extraordinario que le regaló la cuarentena para pensar estrategias claras, coherentes, justas y transparentes que permitieran a Bolivia llegar al tercer mes de esta emergencia sanitaria con una curva descendente. Por el contrario, la curva sigue creciendo, como lo vemos en Santa Cruz y en Beni, y como amenaza hacerlo en Cochabamba y La Paz. Con los mismos o mas problemas que al inicio de la emergencia: sin pruebas suficientes para detectar casos y confirmarlos, sin instalaciones aptas para asistir a los pacientes sospechosos y menos aun a los críticos, y sin un claro plan de contingencia que permita volver gradualmente a la normalidad.
En este momento las cartas ya están echadas. El gobierno central ha dispuesto a partir de este lunes 1 de junio la cuarentena “dinámica” en el país, una medida a la que Santa Cruz y Tarija se resisten, disponiendo ambos departamentos, por el contrario, la continuidad de la cuarentena rígida. ¿Cómo se resolverán las contradicciones que surjan entre una y otra modalidad? No lo sabemos. Las autoridades de los tres niveles de gobierno tienen escasas horas para armar un rompecabezas que debió estar montado hace al menos un mes. A pesar del poquísimo margen, insisto en creer que aun están a tiempo para corregir entuertos, superar obstáculos y reconducir la lucha contra el nuevo coronavirus. Parece que no es solo Beni el que debe volver al punto cero, o uno.
Mientras eso ocurre, habrá que insistir en invocar a la conciencia ciudadana, a la primera responsabilidad, la personal, para que cada quien asuma su propio cuidado, más allá de lo que decidan hacer las autoridades de gobierno. Es lo que haremos en casa: continuar una rutina de aislamiento social voluntario, como única acción efectiva de prevención. Con la conciencia clara, además, de saber que aun así, con todos los cuidados, no estaremos del todo libres de la inoportuna visita de este virus invisible e implacable.