Aun cuando haya una mueca de dolor estampada en el rostro, una herida profunda en el corazón o lágrimas de incertidumbre escapándose por los ojos, no nos queda otra opción que la de recibir con una sola palabra al nuevo año que ya inició. Y esa sencilla palabra es ¡bienvenido! Sí, bienvenido 2021. Acá estamos, preparándonos aun para recorrer un año nuevo en el que ni todo será como antes, ni todo será completamente diferente. Muchas cosas serán distintas, porque la vida es movimiento y el movimiento es cambio, pero sin lugar a dudas que tantas otras permanecerán con la misma esencia, mañas y ganas.
Tal vez nada grafica mejor lo dicho que dos escenarios contrapuestos, como son la vida y la muerte, aunque ambas hacen parte insoslayable de una realidad única. Mientras en un hogar el nuevo año comienza celebrando el nacimiento de un nuevo integrante, con todo el júbilo que este provoca, en otro hogar el año arranca marcado por la despedida de uno de sus seres amados. Así ha sido siempre, nada ha cambiado, aunque a muchos pueda, de pronto, parecernos que hay algo distinto esta vez. Una sensación que no surge de la nada, por supuesto, sino que es resultado de una realidad extraordinaria como la del Covid-19.
Pero esta vez fue la pandemia. Si hacemos memoria, veremos que en años anteriores ha habido también otras razones bien particulares en cada momento, que nos han llevado a despedir un año y a recibir uno nuevo en medio de esta mezcla de sentimientos que van de la celebración de la vida, al llanto por una muerte casi siempre inesperada; del temor a lo desconocido a enfrentar en el nuevo año, a la esperanza de que podremos estar mejor; de la seguridad de que de nuestras apuestas y fuerzas dependerá de que nos sea un año más leve y grato, a las dudas que siempre nos provocan las consecuencias de los actos de los otros con los que compartimos, queriendo o no, este mismo espacio y tiempo.
Ya lo volvió a decir Fernando Savater en uno de sus últimos artículos publicados en El País de España: “…lo único que sabemos seguro, por poco que hayamos vivido y aunque no seamos demasiado proclives a la nostalgia, es que todo cambia inexorablemente, a mejor o a peor según gustos. Lo cambiamos nosotros.” Me quedo con esta reflexión para insistir en decir ¡bienvenido, 2021!, con todos los retos que trae siempre un tiempo nuevo, con la consciencia renovada de que de nosotros depende, en gran medida, que nuestro nuevo año sea más o menos grato. Incluso en el tema que hoy quita el sueño a muchos, que no es otro que el de la pandemia del coronavirus, cuya amenaza está lejos de desaparecer.
Depende fundamentalmente de cada uno de nosotros cuidar nuestra salud. La tarea uno está en nuestras manos, aunque no hay duda que otra gran parte de responsabilidad está en manos de las autoridades de turno en los diferentes niveles de gobierno. E incluso en este punto, en el de la responsabilidad de terceros, seguimos teniendo una importante cuota como individuos: de nuestra vigilancia ciudadana, de nuestra capacidad para exigir el cumplimiento de las tareas que a ellos les compete, depende en gran medida que éstos actúen como corresponde. Estoy pensando en la coyuntura que plantea la crisis sanitaria, en el término de contratos de personal de salud este 31 de diciembre y en la falta de una respuesta clara de parte del gobierno central para resolver esta emergencia.
Pero ese es apenas uno de tantos asuntos que deben estar en nuestra agenda 2021, tanto en la personal o familiar, como en la que nos compete atender como ciudadanía. Muchos otros temas de prioridad deben estar en esa agenda, entre los cuales siguen encabezando la lista los referidos a justicia y a educación, incluyendo en el primero todo lo que tiene que ver con garantías constitucionales y seguridad jurídica, y en el segundo todo lo que guarda relación no apenas con la educación formal, escolar y universitaria, sino también con políticas más serias de alfabetización digital, de participación ciudadana y de cultura democrática.
Ojalá este 2021 podamos avanzar en la superación de tantas taras que nos dificultan hasta hoy alcanzar unas metas mínimas en ciudadanía y calidad de vida.
Estamos arrancando un nuevo año con una crisis sanitaria aun muy preocupante, con una yapa que puede ser una oportunidad antes que una desventaja, si acaso sabemos sacarle partido, como es el de la coyuntura electoral marcada por las elecciones departamentales y municipales convocada para el 7 de marzo próximo (no falta nada). Iniciamos también el año con una realidad económica difícil, con cuentas rezagadas a todo nivel y que tendrán que ser saldadas en plazos perentorios. Así y todo, este puede ser un año mejor. Depende en gran medida de cada uno de nosotros, no lo olvidemos. Como depende también en gran medida de nosotros que no lo sea. Porque ya sabemos: siempre puede estar peor.
Publicado en El Deber, domingo 03 de enero de 2021