Por: @Libertario43
El último paro cívico del viernes 6 de septiembre de 2024 en Santa Cruz no servirá de nada. Como no sirvieron de nada los 36 días parados a finales de 2022. El último paro de 24 horas del viernes no se hizo para reclamar nada al gobierno. No realmente. Lo decretaron por miedo. Por miedo al radicalismo doméstico, ese que señala de cobarde y traidor a quien no se someta a sus delirios mesiánicos y que sólo sabe de cabildo-paro-indefinido, sin estrategia ni plan ni aliados, sólo esperando repetir automáticamente 2019.
Fue y es un error caer en la provocación distractora de salir a defender lo que afecta a Santa Cruz, para ser -una vez más- aislado y enfrentado con el resto del país. El gran tema de fondo, estructural, importante y urgente es el colapso de la economía: la falta de dólares, los precios que suben, la falta de trabajo, que a veces haya gasolina y a veces no. Y la tragedia medioambiental. A eso habría que sumarle la manipulación del censo. Pero es el todo. Lo que afecta a todos. El paquete completo, no sólo una parte. La narrativa debe ser nacional, no regional.
¿Por qué se querría sistemáticamente enfrentar y aislar a Santa Cruz del resto de Bolivia? Por una sencilla razón: porque Santa Cruz representa el éxito relativo frente al rotundo fracaso estatista del Mas, por eso. Desde hace más de una década es Santa Cruz refugio para una gran parte de Bolivia que llegó hasta ahí huyendo del estatismo, huyendo de la cultura empobrecedora, cínica, odiadora, corrupta, victimista, criminal y mentirosa que es la cultura del Mas. El enemigo no es el colla, el enemigo es el masista.
Porque Bolivia no es un país fragmentado. Lo han fragmentado a propósito, que es muy distinto. Cambas contra collas, indígenas contra blancos, corbata contra pollera, campo contra ciudad… el aparato de propaganda oficialista sistemáticamente sembrando odio y división. Buscan que todos peleen contra todos para que no se den cuenta de quién es realmente el enemigo. Para que no se unan todos contra ese verdadero enemigo de los bolivianos: los masistas.
En esa fragmentación planificada de la sociedad, que se ejecutó en muchos niveles, el discurso indigenista jugó un papel clave, instrumental. El indigenismo no ha sido otra cosa que una farsa, y sobre todo una herramienta al servicio del montaje de una autocracia. Cuando todo el mundo sabe que el color de la piel no importa, que no da derechos. Que no hace superior ni inferior a nadie. El indigenismo en Bolivia fue un negocio, un discurso mentiroso al servicio de un proyecto político, usado con el único fin de instalar una autocracia en Bolivia.
Somos parte del mundo aunque a veces no podamos verlo. El asedio permanente a Santa Cruz por parte de los sucesivos gobiernos masistas es una batalla local que es parte de una guerra global. Ese asedio está relacionado con la guerra entre Rusia y Ucrania, el ataque de Hamas a Israel, la brutalidad de Maduro para robarse una elección (otra) ante los ojos del mundo y reprimir y torturar a jóvenes venezolanos, la tiranía de Ortega, o la inutilidad de la ONU. Distintos frentes de una misma guerra.
El antagonismo izquierda-derecha es cosa del pasado. Sirve de muy poco en estos tiempos. La realidad de hoy en el siglo XXI se entiende mejor mirada como el conflicto global entre autocracias y democracias. En donde las autocracias juegan en bloque y las democracias no. Las autocracias se ayudan decididamente entre sí y las democracias no. El bloque autocrático se viene construyendo sigilosamente desde el comienzo de este siglo XXI, está compuesto principalmente (pero no sólo) por China, Rusia, Irán, Corea del Norte, Cuba, Venezuela, Nicaragua y Bolivia, principalmente. Pero este bloque no tiene ideología propia, ni religión, ni siquiera afinidad cultural o geográfica. Los une la tiranía, los métodos para conservarse en el poder y su desprecio por la democracia y todo lo que representa el mundo occidental.
No es otro sino Putin el gran titiritero y promotor del modelo autocrático en el mundo. Su nefasta influencia empujando narrativas autoritarias en países democráticos, que podía intuirse desde hace años, puede ahora también probarse gracias a una reciente investigación del FBI. El bloque autocrático global ataca desde todos los flancos, astuta y perversamente. Es el mismo Putin quien está detrás de esa supuesta «ultraderecha» europea de los orbanes y lepenes, lo mismo que de la anacrónica izquierda latinoamericana castrista de los maduros y ortegas. De Evos y Arces. Putin, el gran enemigo de las democracias occidentales, busca destruirlas por todos los medios instalando la idea de que la democracia es un modelo obsoleto, lento, ineficiente y que promueve la degeneración sexual y moral de los ciudadanos.
No se sabe cómo vaya a terminar esto. No pocas voces autorizadas opinan que las democracias están condenadas a desaparecer, por débiles y por cobardes.
No hay una receta. No hay un camino. Lo primero es darse cuenta. Y entender qué es lo que está en juego. Dejar de creer que vivimos cosas locales separadas del mundo, originales y un tanto folklóricas. Salir de la tutuma. Y más bien subirnos a la batalla global por la libertad, buscar aliados para romper la asimetría. Recordemos que vivir en democracia, con todas sus imperfecciones, es vivir en libertad.
Tomado de @Libertario43 en X (antes Twitter)