(*) Manfredo Kempff Suárez
Está claro que no nos referimos a desmoralizar a nuestro país, que ya lo está bastante. Sino a “des-moralizarlo”, es decir a quitarle de encima el estigma de Morales, que tanto daño le ha hecho. Evo Morales ya hizo historia en Bolivia, muy mala historia, pero la hizo al fin y llegó la hora de que se aparte. Nadie puede borrar lo pasado –como quieren hacer los masistas con la Colonia y la República– así que no pretendemos hacerlo con Morales por malo que haya sido, porque ya fue. Eso es lo que deseamos: que ya haya sido.
La derrota de los candidatos del MAS en La Paz, Chuquisaca, Tarija y Pando, como consecuencia del balotaje, deja a las claras que solo tres departamentos le responden. Seis han preferido ser gobernados por sus adversarios. Ha sucedido algo peor con las nueve alcaldías más importantes, sumado el inmenso municipio de El Alto, donde los aspirantes masistas solo ganaron en dos. Esto fue un tapaboca a las pretensiones desmedidas de Evo Morales que anunciaba ganar en ocho gobernaciones y otras ocho alcaldías. Donde el estratega jefe del partido metió la mano, lo jodió todo.
A menos de cinco meses del rotundo triunfo electoral de Luis Arce –puesto como candidato por Morales– que sorprendió a todos, la estructura masista se desmorona. Juzgar a un gobierno por cinco meses de gestión es muy precipitado, ciertamente, salvo que se haya tratado de una administración esclerótica, inmóvil, sin iniciativa. Y es lo que viene sucediendo con Arce, que solo atina a culpar de todos los males al mal llamado “gobierno de facto”, a negar el grosero fraude electoral que se le descubrió a su jefe, a perseguir y encarcelar opositores como es la vergonzosa prisión que somete a la ex presidente Jeanine Añez, a utilizar políticamente las vacunas contra el Covid manifestando, en una extorsión descarada, que no serán para los ricos ni los oligarcas sino para quienes “coordinen” con el gobierno, es decir únicamente para quienes sean dóciles. Y hay algo más que recuerda los 14 años de Morales: duplicar el presupuesto para el ministerio de Informaciones; en suma, volver a favorecer la propaganda antes que las reales necesidades populares, hacer creer que se construye país mostrando costosas imágenes a través de la tv.
Pero hay que “des-moralizar” a la nación porque Morales empuja a Arce a cometer errores que le pueden costar el cargo. Lamenta que no se hayan tomado medidas de represión contra sus adversarios como Camacho, por ejemplo. Ha sido el de la idea de que el gobierno ayudará solamente a las gobernaciones y municipios que “coordinen” con el Ejecutivo. Y hasta, por encima de su delfín y heredero, se atreve a anunciar el pago de un doble aguinaldo, justo ahora que se acabó el gas, que se pone trabas a la agroindustria y que cunde la peste china sin que existan las vacunas tantas veces anunciadas.
Morales ha reconocido que la “derecha” ha ganado esta vez. Hay que tener mucho cuidado con eso de la “derecha”, porque no es cierto que exista aquí, como en Chile, Uruguay o España, por citar a algunos. Las gobernaciones y municipios las ganaron, en su mayoría, candidatos disidentes o apartados desatinadamente del MAS o políticos nuevos que se declaran de izquierda. En Bolivia no veo, fuera de Tuto Quiroga y algunos líderes cruceños, derechistas de verdad. Figuras como Samuel Doria Medina o Carlos Mesa pueden ser íntimamente liberales de derecha, pero jamás lo van a reconocer por tradición y se alinean en la izquierda moderada. El resto se declara socialista, como el propio Morales, para indignación de los socialistas de verdad, de los letrados, que tampoco existen muchos en Bolivia, y que repudian el populismo facilón e ignorante.
Entonces, seamos conscientes para no sufrir nuevas decepciones como fue el retorno del MAS al poder cuando lo creíamos tirado en la lona. Se debe “des-moralizar” a la nación enferma y tenemos que caminar como pisando huevos, sin engañarnos creyendo que el populismo ha sido vapuleado. El populismo está más vivo que nunca, está por donde se lo mire, y será un lastre que todavía puede durar años, hasta que surja un líder confiable que aglutine a la ciudadanía pensante y desplace a la chabacanería inepta, odiadora y racista en que está sumido el país.
(*) Escritor, diplomático y político boliviano.