Por: Manfredo Kempff Suarez
Perú es una gran nación, con múltiples recursos naturales y riqueza humana. Cuna de la cultura andina, puede exhibir a grandes historiadores, escritores, artistas, pero su punto débil ha estado, por lo menos desde mediados del siglo pasado, en su clase política. Y no queremos ser injustos al referirnos a la “clase” política, pero no encontramos otra explicación en un país con tan importante crecimiento económico y donde no existen – como en Bolivia – enconos regionales ni raciales, siendo una sociedad conformada por una diversidad de etnias originarias y una gran migración asiática, africana y europea.
El hecho de que tantos mandatarios no hayan podido concluir su periodo constitucional en los últimos años y que estén procesados o en la cárcel; que un ex presidente como Alan García haya llegado al suicidio para evitar la deshonra, es algo único en Latinoamérica. Es único por inexplicable. Intrincado para quienes no conocemos íntimamente el Perú, pero aparentemente también insondable para la mitad de la población peruana.
Perú está asociado a la Comunidad Andina, a la Alianza del Pacífico, pero, además, tiene los TLC con Estados Unidos y la Unión Europea, además de incontables acuerdos comerciales en el mundo. Es un socio importante porque cuenta con una extraordinaria riqueza minera, con abundante gas natural, formidable explotación marina y una agroindustria muy desarrollada. A eso se agrega el turismo creciente que se hace cada vez más atractivo por su mundialmente apreciada cocina. De ahí que sea un importante receptor de inversión extranjera directa, lo que se debe cuidar mucho porque sabemos que el dinero huye al menor vestigio de peligro. ¿Qué le falta al Perú?
Es la incógnita a partir del 28 de julio pasado. El nuevo mandatario, Pedro García, es un campesino de la sierra que con esfuerzo llegó a convertirse en profesor de escuela. Sus conocimientos de política son básicos. Sin embargo, como Evo Morales tuvo a Filemón Escobar como su guía, Castillo tiene como mentor a Vladimir Cerrón, político populista, con aproximadamente una década de estudios en Cuba, con acusaciones de corrupción (nada novedoso en Perú) y con aparente simpatía – o tolerancia – por Sendero Luminoso. Filemón Escobar resultó un incordio con sus consejos para Evo Morales y lo apartó. ¿Puede suceder algo similar entre Castillo y Cerrón? Si para los bolivianos tener a Evo Morales como presidente asombró al extremo, a los peruanos tener a Castillo debe producirles, por lo menos, mucho miedo.
Si Castillo, además de Cerrón que es una persona que provoca suspicacia, se asesora externamente por Evo Morales, la mesa está servida para las peores catástrofes. Si Castillo lo hace conscientemente, sabiendo de los males que Morales ha provocado en Bolivia, quiere decir que desea joder al Perú. Menos mal que, con seguridad, los parlamentarios y jerarcas de Perú Libre, además del pueblo, saben de los desastres que han sucedido en Bolivia, y no permitirán que una mano profana y desacreditada, con tendencias totalitarias, quiera aconsejar e influir en una nación como la peruana, que, en crecimiento económico, ha estado por encima de la de todos sus vecinos, incluido Chile.
Morales va a aconsejar que se nacionalice toda cuanta riqueza natural exista. Según él, los recursos naturales no se deben tocar, son de todos; es decir de nadie, si no se explotan. Y todo inversor extranjero es un pirata que busca saquear el país, ultrajar a la Pachamama, como son malvados los propios empresarios privados nacionales. Para Morales es necesario borrar la historia republicana o reescribirla a gusto de él, pero, por supuesto, no olvidar los años de la Colonia, que encuentra nefastos. Se necesita cambiar hasta los símbolos nacionales que recuerden a la República. Siendo él un mestizo cultural, detesta a cholos, blancos, y extranjeros y dice amar al indio, aunque ni ellos mismos le creen. Los retratos de los libertadores Bolívar, Sucre y del propio Santa Cruz que era indígena, van desapareciendo de los salones donde se campea el MAS y aparecen otros falsos libertadores como Tupac Katari y Bartolina Sisa a quienes hay que rendir pleitesía.
Hemos oído al presidente Castillo afirmar que seguirá los pasos de Morales. ¡Que Dios ampare al Perú! Pero lo grave es que hemos visto a Morales en reuniones con ministros del nuevo gobierno, lo que nos llama a pensar que ya está promoviendo su cultura de odio. Hacemos votos porque aquello no prospere, para bien de Perú y de Bolivia.