Columnistas Invitados

El modelo económico fallido del MAS: de la bonanza a la catástrofe

Por Carlos Jahnsen Gutiérrez

El actual gobierno del Movimiento al Socialismo (MAS), bajo la presidencia de Luis Arce Catacora, manifiesta una desconexión alarmante con la realidad económica y social del país. Su visión distorsionada y profundamente ideológicamente corrompida no solo ha llevado a Bolivia al borde del colapso económico, sino que también ha comenzado a generar un caos político-social difícil de revertir. A semejanza del ecocidio que se ha desatado sobre vastos bosques, el MAS está incinerando el futuro de Bolivia. Sin embargo, para el gobierno de Arce Catacora, prevalece la errónea creencia de que lo que no debe ser, simplemente no puede ser. Mientras tanto, Bolivia se desmorona, y los únicos que parecen no notar el desastre son los inquilinos indiferentes, incapaces y apáticos de la Casa del Pueblo.

Desde 2014, el déficit fiscal se ha convertido en un símbolo de la incapacidad del gobierno para gestionar una economía que ya en su momento de auge estaba plagada de problemas estructurales. La disminución drástica de los precios de las materias primas, combinada con un incremento desmedido del gasto público y una gestión económica inepta, ha posicionado a Bolivia en un camino insostenible. En 2006, el país presentaba un superávit fiscal del 4,5%, mientras que las proyecciones para 2024 anticipan un déficit descomunal del 7,8% del PIB. Esta catastrófica caída ha forzado al gobierno a endeudarse de manera irresponsable, tanto internamente como en el ámbito internacional, multiplicando la deuda pública irresponsablemente en menos de una década y comprometiendo así la viabilidad económica de las futuras generaciones.

La situación fiscal es desesperante. Las empresas públicas operan en quiebra, y no se vislumbra una estrategia viable para sanear este déficit. La administración de Arce parece aferrarse a la esperanza de un milagro económico, esperando la renta de un aumento repentino en los precios de los minerales y la explotación del litio. Sin embargo, el persistente fracaso en dirigir adecuadamente la economía sugiere que estos recursos no generarán los réditos esperados mientras Arce y el MAS continúen al mando.

A pesar de que los «días de bonanza» se desvanecieron ya en 2014, el gasto corriente continúa su escalada, incrementándose en un 16,6% entre 2021 y 2024. Por el contrario, las inversiones públicas han caído en un 54%, y el crecimiento promedio anual del gasto corriente (5,5%) supera al crecimiento propuesto del PIB para 2024 (3,71%). La deuda interna se ha disparado de 28.209 millones de bolivianos en 2015 a 137.015 millones en 2024, representando un aumento perturbador del 485%. A este ritmo, la sostenibilidad fiscal se convierte en una quimera y la estabilidad económica, en un objetivo inalcanzable.

Es igualmente escandaloso el crecimiento de la deuda externa, que ha pasado de 3.248 millones de dólares en 2006 a 13.558 millones en 2023; un aumento del 417%. Esta tendencia, junto con un crecimiento estancado de la economía, convierte la deuda en una carga insostenible a corto y mediano plazo. Las reservas internacionales han caído de 15.122 millones en 2014 a apenas 139 millones en abril de 2024, una alarmante reducción del 92%. Se rifaron las reservas internacionales para paliar una economía política ineficiente.

El colapso dañado por la dependencia del gas está a la vista. Este rumbo insostenible se agrava con la incapacidad de Bolivia para sostener niveles de producción de gas suficientes para respaldar su economía. El gas se acaba, las exportaciones a la Argentina se paran, los precios de minerales difícilmente alcanzarán los niveles de los años 2006 al 2010. Ni el precio ni el volumen de exportación de minerales podrán amortiguar la situación que Bolivia produce cada año menos gas. El manejo de las reservas de gas ha sido un fracaso rotundo. Las expectativas irreales sobre los precios de los minerales y la explotación del litio contribuyen a mantener la quimera de un espejismo que oculta la grave catástrofe económica subyacente. El resultado de su explotación es el secreto de Arce Catacora con China o Rusia y la combinación de un sistema político corrupto y un sistema judicial corrompido e intervenido agrava aún más la crisis.

La situación en Bolivia es nada menos que explosiva. El gobierno se encuentra atrapado en un laberinto político – económico del que no puede salir. La creciente brecha entre el tipo de cambio oficial y el del mercado negro presagia una crisis monetaria inminente. La falta de inversiones directas, la carencia de exportaciones sostenibles y la ineficiencia del sistema económico han creado un panorama sombrío que pone en jaque la estabilidad del país. ¿Además de China, qué país o inversor se atreve a invertir en Bolivia bajo las condiciones políticas y jurídicas existentes de riesgos incalculables?

Las cifras hablan por sí solas: mientras en 2015 las exportaciones representaban el 27% del PIB, para 2023 se han reducido a un 24%. Bolivia está exportando cada vez menos, en un contexto donde su precariedad en divisas y su elevado endeudamiento le exigen incrementar drásticamente sus exportaciones. Para revertir esta tendencia devastadora, el país necesita alcanzar al menos un 38% del PIB en exportaciones en los próximos cinco años, lo que equivale a alrededor de 16 mil millones de dólares.

Comparativamente, las estadísticas son desalentadoras: mientras que las exportaciones de Chile en 2023 representan el 75% de su PIB, Paraguay alcanza casi el 28%, Tailandia un 55,2% y Vietnam un impresionante 82,3%. Esta débil capacidad exportadora no solo refleja la falta de competitividad y diversificación de la economía boliviana, sino que también indica un modelo económico que ha fracasado en fomentar el crecimiento sostenible a través de las exportaciones y el incremento de la productividad y en aprovechar el potencial de recursos del país. Para cambiar esta situación el modelo económico del MAS debe cambiar la ecuación de su trato ideológico represivo frente a los exportadores privados. Sin cambios drásticos en las políticas económicas, Bolivia se encamina hacia un futuro de mayor vulnerabilidad y estancamiento.

Adicionalmente, la lucha por el poder en Bolivia se ha convertido en una feroz contienda entre Luis Arce y Evo Morales, quienes se enfrentan sobre los escombros que ambos han dejado y pisoteando las esperanzas de una población que anhela cambios reales. Este conflicto por el poder y solo el poder se asemeja más a una guerra de mafias por el control de territorio que a una genuina búsqueda por mejores políticas que incrementen el bienestar del país; ambos pelean por sus privilegios de poder chupar el resto de sangre que le queda al Estado mientras ignoran cínicamente las necesidades de Bolivia.

Asumir de que Evo Morales pueda rescatar a Bolivia de la crisis actual solo puede ser una fantasía nostálgica. Su gobierno con el ministro de Finanzas Arce Catacora dejó un legado de corrupción, clientelismo y populismo que llevó a Bolivia al borde del colapso.

La reelección de Arce Catacora sería igualmente decepcionante, dado que su falta de liderazgo es evidente en el contexto actual de crisis. Surgen numerosas dudas y preguntas acerca de las posibles consecuencias de su reelección, al igual que en el caso de una reelección de Evo Morales. ¿Podrían realmente estabilizar la economía implementando medidas efectivas y ofreciendo una perspectiva de desarrollo integral y sostenible? ¿Serían capaces de introducir una gestión pública moderna e íntegra? ¿Lograrían reducir la pobreza y mejorar la calidad de la educación y la salud? ¿Generarían oportunidades de empleo más allá del sector estatal? ¿Comprometerían recursos para llevar a cabo una lucha genuina contra la corrupción y el contrabando? Estas interrogantes reflejan la incertidumbre que rodea a la continuidad de ambos.

Es una ilusión creer que la situación cambiará. La exigencia ciudadana por mejores condiciones y oportunidades de vida choca frontalmente con un liderazgo del MAS que prioriza el pasado, la división de Bolivia, el control del Estado y la perpetuación en el poder. Así, Bolivia permanecerá anclada en una ideología obsoleta, con instituciones debilitadas y justicia politizada. La cultura de la corrupción y el populismo seguirá dominando, condenando a Bolivia a un estancamiento crónico. Entonces, ni la riqueza del litio podrá ser la solución, pues solo servirá para fortalecer un gobierno incapaz y un sistema corrupto y opresivo. Bolivia no podrá zafarse de estar atrapada en un círculo vicioso de populismo, corrupción y estancamiento. Seguiría capturada por una ideología retrógrada, alejada de la realidad global, con instituciones destruidas y un sistema judicial corrupto y politizado. La misma cultura de corrupción, populismo y decisiones fallidas que se fue instaurando en casi 20 años de gobierno del MAS prevalecería, dejando a Bolivia en una situación de estancamiento estructural que sería muy difícil de revertir. Sería un presterío 2.0. Entonces, las raíces de esta crisis son Arce Catacora y Evo Morales. Ellos no son la solución, son más bien parte del profundo problema que tiene Bolivia.

Conclusión

El legado del MAS y su modelo económico representan un presagio aterrador para Bolivia: un país sumido en un ciclo de deuda insostenible, con un sistema social en ruinas y una economía tambaleante al borde del colapso. Las decisiones irresponsables y la falta de una estrategia coherente han desencadenado efectos devastadores en los ámbitos económico, político, social y ecológico. Estos lastres limitarán el desarrollo del país y socavarán el futuro de las generaciones jóvenes.
La corrupción y la falta de transparencia han debilitado las instituciones, erosionando la confianza de los ciudadanos y paralizando la construcción de un Estado de derecho. Las futuras generaciones heredarán un país con instituciones frágiles, incapaces de enfrentar los desafíos del siglo XXI. La reconstrucción de estas instituciones será un proceso lento y arduo que demandará una considerable inversión de tiempo y recursos.

El modelo económico del MAS es fallido y desconectado de la realidad global, traicionando la responsabilidad hacia el pueblo boliviano y condenando a las futuras generaciones a la escasez y la inestabilidad. Ha generado un entorno de incertidumbre con pocas oportunidades de desarrollo profesional y personal. La explotación de recursos naturales ha enriquecido a unos pocos y profundizado las desigualdades. La ideología retrógrada y la falta de visión estatal han destruido instituciones, polarizado a la sociedad y creado un clima de desconfianza que aleja la inversión y frena el progreso. Mientras tanto, los líderes del MAS viven en un espejismo de desarrollo, ignorando la creciente pobreza y las oportunidades que se desvanecen en un país en decadencia.

Bolivia enfrenta un futuro incierto, y la indiferencia de quienes están en el poder es un lujo inaceptable y morboso en medio de una profunda crisis económica, social, política, ética y moral. El pueblo boliviano merece un liderazgo que rompa con el pasado mentiroso y proponga soluciones reales y sostenibles para los problemas estructurales que enfrenta el país. Es momento de dar un giro radical y construir un futuro basado en una apertura hacia el mundo, la transparencia, la eficacia, el trabajo honrado y el respeto a la institucionalidad y al Estado de derecho.