Gary Antonio Rodríguez Álvarez (*)
El Banco Central de Bolivia (BCB) acaba de informar que las remesas desde el exterior hacia Bolivia el pasado año bordearon los 1.399 millones de dólares, un 25% más que en 2020 cuando, por la pandemia, registraron su menor nivel (1.116 millones de dólares) desde 2011. El paulatino retorno a la normalidad y la recuperación económica en los países donde viven nuestros familiares, amigos y conocidos, hizo que en 2021 se produjera el mayor ingreso de la historia por concepto de remesas de los trabajadores bolivianos en el exterior.
Hay que recordar que los envíos que hacen nuestros compatriotas a sus familias son una importante fuente de divisas -de hecho, siendo que se trata de una exportación de servicios (prestación en el exterior)- las remesas pasan a ser la cuarta mayor aportación para el país luego de la exportación de minerales, soya y derivados, y gas natural, superando de lejos al turismo receptivo.
Por tanto, no se trata de un tema menor dada la trascendencia de tales ingresos para apuntalar a las Reservas Internacionales Netas (RIN) del BCB y, con ello, a la estabilidad del tipo de cambio y -por qué no decirlo- a la economía del país.
Luego de ir creciendo, las remesas hacia Bolivia en la gestión 2020 bajaron un 15% respecto al 2019, con una caída de 202 millones de dólares por causa de la pandemia del COVID-19, desde 1.318 millones de dólares hasta 1.116 millones. Bolivia fue el país más afectado de América Latina y el Caribe, seguido de Perú y Paraguay (-12%) y Costa Rica (-5%), por la pérdida de empleos o la merma de ingresos que se dio dado el negativo impacto en la economía y el comercio mundial, por el lockdown generalizado.
Según el reporte del BCB, el principal país de origen de las remesas en el 2021 fue España (34%) de donde se recibió 478 millones de dólares, seguido de Chile con 292 millones (20,9%); EEUU con 288 millones (20,6%); Argentina, con 69 millones, y Brasil con 63 millones; así que, si la reactivación en esos países va bien, también a los nuestros allá…
Las remesas de nuestros compatriotas dieron un verdadero salto, desde 304 millones de dólares en 2005 hasta 569 millones en 2006 y luego a 1.020 millones en 2007; de ahí en más -salvo en 2009, cuando sumaron 939 millones- siempre superaron los 1.000 millones de dólares/año. De tal suerte que entre 2006 y 2021, Bolivia recibió la friolera de 18.077 millones de dólares, suma para nada despreciable, no solo por lo antedicho, sino, por el uso que se da a esos recursos.
Efectivamente, el destino de esos ingresos extraordinarios tiene que ver, principalmente, con cubrir las apremiantes necesidades de quienes vieron partir a sus padres, hermanos o hijos; los dólares y euros que llegan sirven para su alimentación, educación, salud, alquiler y otras urgencias; de igual manera, para pagar deudas por la construcción de una casita o compra de un lote.
Las remesas desde el extranjero sustentan a los familiares que han tenido que emigrar obligadamente para prestar sus servicios que -hay que decirlo con todas sus letras- en la generalidad de los casos tienen que ver con labores básicas como servicio doméstico, limpieza, cosecha en el campo, trabajo en fábricas, albañilería, cuidado de enfermos o ancianos, etc., labores que, dada la urgente necesidad de generar recursos que tienen, incluso las realizan profesionales bolivianos, de tal manera que, en la mayoría de los casos se trata de subempleo, eso sí, muchísimo mejor pagado que en nuestra Bolivia.
Las remesas implican un gran aporte de dinero que fortalece la demanda interna, sí, aunque hay quienes sostienen que gran parte de esos recursos va a la compra de artículos importados y de contrabando, y no a la producción nacional.
En todo caso, más allá de la danza de dólares y euros, no hay que olvidar que lo doloroso de este generoso aporte es que nuestros compatriotas debieron salir al exterior por la falta de oportunidades de empleo, a costa de una separación familiar, que…¡cuántas veces provoca verdaderos dramas humanos!
(*) Economista y Magíster en Comercio Internacional
Santa Cruz, 16 de febrero de 2022