Nadie mejor que él para saber qué riesgos corría en su trabajo. También, el fin que podría tener si enfermaba de COVID-19. Pero al igual que miles de colegas suyos, los ángeles de bata blanca, no dio un paso al costado. El médico y destacado especialista en Neumología, Dr. José Urizacari Tapia, nunca dejó de dar auxilio a quienes necesitaron de su cuidado.
Solo el COVID-19 le obligó a parar. Afectado por el virus, se aisló como establece el protocolo sanitario. Pero no resistió. Hoy fue comunicado oficialmente su deceso, provocando una gran consternación entre sus colegas de trabajo, amigos y compañeros de las instituciones de las que fue parte. Entre otras, la Sociedad Boliviana de Neumología, de la que era representante en el Comité Científico que asesora al Ministerio de Salud para enfrentar la pandemia por el nuevo coronavirus.
El Dr. Urizacari no dejó nunca de preocuparse por lo que estaba ocurriendo. Escribió durante su encierro. Una de sus últimas reflexiones es la que compartimos a continuación. Ojalá sus palabras calen hondo, como su ejemplar trayectoria, y provoquen cambios en la forma cómo se maneja en Bolivia la Salud Pública.
“El aislamiento es una estrategia epidemiológica para evitar diseminación de la enfermedad, para el bien de los demás (no infectados). En este momento, y no solo por cumplir la estrategia sanitaria, asumo la medida de forma voluntaria. Me daré el tiempo para pensar, sentir y descansar, será tiempo de sanar mis heridas físicas y psicológicas (estas últimas son las más), será tiempo de pensar en mí y en mi familia.
Esperar que los achaques de la enfermedad sean transitorios, que acabarán por la gracia divina en uno u otro sentido.
Me tocó estar pendiente de de mi PCR, mi TAC, mis laboratorios, mi nivel de saturación… debo intentar no llegar a la desesperación, si requiero oxígeno, ni motivar llanto y dolor entre mi familia, por que la CNS hace mucho tiempo que entró en colapso y colegas en apuro tuvieron que buscar sitio donde acampar y recibir ayuda.
En el transcurso de los años, acompañé a los pacientes crónicos irreversibles de insuficiencia respiratoria por EPOC o por Fibrosis pulmonar, a intentar mitigar la angustia y desesperación de morir asfixiado; esa muerte horrible, que se dice, es uno de los cuatro mayores temores de la humanidad, y muchos, ahora, en este momento, la están sufriendo.
En mi hospital nunca se dio chance a la compra de instrumentos como los ventiladores no invasivos o VNI, porque el ministerio, el Sedes y mi jefe inmediato lo consideraban innecesarios y que ahora mucho ayudarían, las necesidades era otras como el lujo de transporte, vivienda y mayor número de consortes de los gobernantes, sedes sociales y canchita en medio del desierto.
Espero seguir dando la batalla en mi hospital y en las calles, con mi tricolor, defendiendo el derecho de todos a morir en un buen hospital; hospital limpio, con lo necesario para manejar al paciente campesino o citadino, todos -y recalcó todos- tenemos derecho a la atención médica en similares condiciones, eso es lo que los narcopolíticos de este país no lo entienden ni entenderán nunca.
El aislamiento permite pensar en uno mismo y en los que te rodean, en hacer un balance de lo bueno, lo malo y lo feo de tu vida, permite entender que lo importante no es importante, que todo lo que era menos importante es muy importante. Despedir o acompañar a un amigo, es importante. Aunque hacer los obituarios de los colegas es un trabajo que duele y carcome el alma, saber que no los verás más o que los encontrarás pronto es un hecho irremediable, en particular en esta profesión.
Quienes pasaron, pasan o pasarán por este singular periodo, acepten la ignorancia y discriminación de su propia gente, entiendan que es el temor, el mismo que tienes tú, a morir asfixiado. Es el temor que acrecientan y que aprovechan los pseudocuraderos, metidos a un negocio vil, con fines delincuenciales.
Mientras yo «descanso y respiro», ustedes sigan en la lucha.
Me despido en espera de buenas noticias.
Esto lo escribo por quienes estuvieron, estamos y estarán en aislamiento, fortaleza para todos.”
Dr. José Urizacari Tapia, Neumólogo.