Opinión

Tocando fondo: Bolivia anómica

Por Maggy Talavera (*)

¿Tiene Bolivia razones para celebrar algo este 22 de enero? Oficialmente sí, según los dos decretos aprobados instituyendo el día de Fundación del Estado Plurinacional de Bolivia, ya que hace 14 años, en una fecha como hoy, se aprobó la nueva Constitución Política del Estado que anuló a la república para dar paso al llamado Estado Plurinacional de Bolivia. Esto, de palabra, ya que en los hechos el país tiene pocas razones para celebrar. Todo lo contrario, le sobran motivos para el lamento.

La realidad contrasta con lo que hoy no pasa de ser una ficción. Bolivia tiene poco o nada de Estado, y menos aun uno plurinacional. En los hechos, es un “Estado anómico, laxo y carente de normas”, algo diametralmente opuesto a lo que se entiende por Estado: una forma de organización que “garantiza bienestar, desarrollo, seguridad y protección e igual dignidad de las personas, las naciones, los pueblos y las comunidades, y fomenta el respeto mutuo y el diálogo intracultural, intercultural y plurilingüe”.

Bolivia es un Estado anómico, sí, no solo por la carencia cada vez más notoria de normas o más bien de irrespeto a las normas, sino porque en vez de ser una garantía de bienestar y seguridad, es hoy “una fuente particular de desorden e inseguridad para los ciudadanos”. Un extremo que lo ha llevado a tocar fondo, como coinciden en señalar voces autorizadas como la de Renzo Abruzzese, entre otros, no apenas por la inercia de sociedad altamente informal, sino cada vez más por la acción directa de la cúpula política que gobierna al país desde hace ya diecisiete años.

Una realidad agobiante y cada día menos soportable, más peligrosa e incotrolable. Así hay que reconocerla ahora no unicamente por las escandalosas cifras de víctimas del régimen, entre las fatales y las que poblan las cárceles o elevan cada día las cifras de exiliados, sino también por el aumento de la criminalidad, la delincuencia y la degradación social. Hacia donde una mire hay un problema de injusticia, abuso o corrupción. Donde se pone el dedo, salta la pus, frase célebre atribuida al escritor peruano Manuel González Prada, dicha nada menos que en 1888 en alusión a Perú como “un organismo enfermo”.

Un organismo que sigue enfermo, cabe decir hoy hablando tanto de Perú como de Bolivia y de varios otros países. Increíble, pero después de siglos esa frase sigue vigente aquí y en el vecino país, ahora mismo viviendo realidades similares, marcadas por la anomia. Nada casual, si vemos en detalles los hechos de violencia y crisis política que se registran tanto en nuestro país como en Perú. Pero volvamos a Bolivia, a este 22 de enero y a las razones para sostener que nada hay para festejar, sino todo lo contrario, mucho para lamentar.

A catorce años del llamado nacimiento del Estado Plurinacional, Bolivia no solo se estancó en el proceso ambicioso de cambio hacia “el buen vivir”, sino que de yapa retrocedió. Por mucho esfuerzo que haga la cúpula gubernamental para vender la idea de logros en los ámbitos social, económico y político, la realidad echa por tierra esa pretensión y muestra de manera cruda el deterioro de la calidad de vida, el aumento de la precariedad laboral y de la marginalidad de importantes sectores de la sociedad, y sobre todo, la pérdida de las garantías constitucionales y de las libertades democráticas.

Antes que hablar de Estado Plurinacional, hoy toca hablar del Estado anómico en el que se ha convertido Bolivia, mérito principal de la apuesta de poder total al que aspira una cúpula masista que puede cambiar de jefes o cabezas, pero no de objetivo o estrategia. La prueba está en el recambio de esa cabeza, de Arce por Morales, una acción que no alteró el objetivo del proyecto político. Todo lo contrario: ese recambio sirivió para que reajuste estrategias y tácticas a través de las cuelas pretende acelerar el proceso para el control de ese poder total.

Apuntes de la realidad para tomar en cuenta hoy más que nunca, sobre todo por quienes están liderando la movilización nacional prevista para el próximo miércoles. Hablo de los comités cívicos que han acordado convocar cabildos simultáneos en cada capital del país, bajo la consigna de democracia, libertad y justicia, a los que habrá que pedir que esta vez lleguen a los encuentros con las consultas a votar previamente definidas y divulgadas. Urge romper por algún punto la anomia alimentada desde el poder central y que ha llevado a Bolivia a tocar fondo.

(*) Publicado en El Deber y Los Tiempos, domingo 22 de enero de 2023