Palabras compartidas en el acto especial celebrado por la Asociación de Periodistas de La Paz el lunes 5 de diciembre de 2022, en ocasión de recordar el 93 aniversario de su fundación y en el que procedió a entregar 2 Premios Nacionales de Periodismo, 2021 y 2022; 9 premios especiales por categoría y dos menciones; 7 medallas en cinco categorías; y declaró Socios Honoríficos a tres reconocidos periodistas.
Maggy Talavera, Premio Nacional de Periodismo 2022
Buenas noches a todos los aquí presentes. En especial, a quienes presiden la testera:
Pedro Glasinovic, presidente de la Asociación Nacional de Periodistas de Bolivia;
Raúl Peñaranda, presidente de la Asociación de Periodistas de La Paz;
Gloria Martínez, vicepresidenta de la Asociación de Periodistas de La Paz;
Pilar Hoyos, secretaria de Prensa y Cultura de la Asociación de Periodistas de La Paz; y
José Luis Flores, fiscal general de la Asociación de Periodistas de La Paz.
También saludo de manera especial a Daniel Sánchez, director de Radio Panamericana y Premio Nacional de Periodismo 2021, a cada uno de los 18 colegas merecedores de otros premios y medallas, y a los tres nuevos socios honoríficos de la Asociación de Periodistas de La Paz, Alfonso Gumucio, Mabel Azcui y mi admirado Juan José Toro.
A ustedes, queridos colegas que dirigen hoy la Asociación de Periodistas de La Paz, más que un saludo especial, un agradecimiento de corazón por invitarme a compartir la celebración del 93 aniversario de fundación de su Asociación. Y aun más: por darme el privilegio de recibir en esta ocasión el Premio Nacional de Periodismo 2022.
Un regalo maravilloso que me llega como caricia al alma, como le dije a Raúl tras recibir su llamada y escucharle decir “Maggy, sos Premio Nacional de Periodismo 2022”. No está demás decir que me emocioné muchísimo al conocer la noticia. Raúl puede dar fe de mi emoción, elevada a la máxima potencia por una suma de factores de los que quiero destacar dos: el momento en el que me llega esta caricia, nunca tan oportuna y necesaria como ahora; y de dónde me llega y quiénes me la dan, ¡ustedes, mis colegas paceños, honrando con este premio a una cambinga y mujer!
Una noticia que celebré de inmediato con una persona muy especial en este momento en mi vida, a la que le agradezco el entusiasmo y la fe puesta en lo que soy y en lo que hago.
Debo agradecer también a las cinco instituciones que no dudaron en postularme a este Premio: Diario EL DEBER, Universidad Autónoma Gabriel René Moreno, UPSA, Unifranz Santa Cruz y UCB Santa Cruz.
Pero sobre todo debo agradecerle a Dios por bendecirme con una vocación que abrazo desde hace al menos cuatro décadas y que me ha permitido llegar hasta aquí con más razones para celebrar, que motivos que lamentar. Una vocación alentada siempre y de manera incondicional por Papito y Mamacita, mis amados padres que estoy segura acompañan esta celebración desde la Eternidad, mientras que así lo hacen también acá en la Tierra, cerquita de mí, a mi lado hoy y siempre, mis hijos Santiago e Ignacio.
(Disertación tras recibir el Premio Nacional de Periodismo 2022, otorgado por la Asociación de Periodistas de La Paz el lunes 5 de diciembre de 2022)
Volver a los orígenes
Una prensa libre puede ser buena o mala. Pero sin libertad, la prensa nunca será otra cosa que mala.
Albert Camus
En abril de 1983, cuando yo todavía sorteaba los días como una estudiante más de Periodismo en la Facultad de Ciencias de Comunicación Social de la Universidad Federal de Rio Grande do Sul, en Brasil, uno de los maestros del mejor oficio del mundo, Gabriel García Márquez, ya se planteaba un dilema no resuelto hasta hoy y del que echo mano para alimentar esta reflexión urgente que quiero compartir con todos ustedes: “¿Hacia dónde va este periodismo apresurado y sin control ético?”, preguntaba Gabo en su nota de prensa “Con amor, desde el mejor oficio del mundo”, fechada el 27 de abril de 1983.
Casi cuatro décadas después, la pregunta sigue vigente, tanto o más que en esos años en los que los medios de comunicación no habían conocido ni accedido a Internet, aunque su origen se remonta a 1969. Si ya a inicios de los ochenta García Márquez observaba como problema al periodismo apresurado, ¿se imaginan qué diría hoy frente a la vorágine de cambios sin precedentes que enfrenta el oficio, provocada principalmente por la irrupción de esta era digital? ¿Qué sentimos y decimos nosotros, periodistas de vieja y nueva data, a los que nos está tocando lidiar con esa vorágine?
La pregunta permite retomar un debate inconcluso y que está lejos de acabar, en el que la preocupación central está en poder identificar los desafíos o tareas a encarar para sortear los peligros que acechan no solo al periodismo y al derecho que le es inherente, como es el de la libertad de prensa, sino también al ejercicio pleno de otros derechos como los de libertad de pensamiento y libertad de expresión, imprescindibles para una vida en democracia.
Reflexiones con carácter previo
Pero antes de identificar esos desafíos, vale la pena compartir algunas reflexiones con carácter previo sobre cuál es el estado de situación del periodismo y de los medios de comunicación en Bolivia. ¿Estamos mejor que hace cuarenta años, cuando periodistas como García Márquez ya advertían serios problemas en el ejercicio del oficio? Hay que recordar que para entonces Bolivia estaba por superar un largo periodo de dictaduras y se aprestaba a iniciar otro bautizado como de recuperación de la democracia, o como insiste en señalar el expresidente Jaime Paz Zamora, de “instauración” democrática.
Adelanto una respuesta sin muchas vueltas. No estamos mejor que hace cuarenta años. Basta traer algunos ejemplos para sostener lo dicho: ha aumentado la precariedad en las condiciones en las que trabajamos, tanto materiales (equipos, oficinas, etc.), como las que tienen que ver con las garantías laborales (seguridad social, salarios dignos) y con la protección personal y de equipo en las diferentes etapas y áreas de trabajo. Son pocos los medios que equipan adecuadamente a sus trabajadores; pocos los que pagan bien y puntual, y ofrecen un seguro de salud decente; menos los que dan seguro de vida o al menos apoyo legal cuando toca enfrentar denuncias y demandas por violencia.
Más retrocesos aun podemos ver en las garantías que nos otorgan la Constitución, leyes y decretos vigentes para el ejercicio libre de nuestras tareas como trabajadores de la prensa. Las agresiones verbales y físicas han dejado de ser simples gajes del oficio para convertirse en una amenaza real a la integridad física y emocional de los trabajadores de la prensa, ejecutada ya sin miramiento por parte de los tres niveles de gobierno, sobre todo del central, con total impunidad, como lo puede ejemplificar muy bien Juan José Toro, director del diario El Potosí de Potosí, o Roberto Méndez, presidente de la Asociación de Periodistas de Santa Cruz, citando entre otros casos el de Las Londras.
Cito solo dos casos entre muchos ya registrados a la fecha. Son tantos, que hace solo unos días, a iniciativa de la Asociación de Periodistas de La Paz, una treintena de dirigentes del gremio reunidos en esta capital paceña hizo un plantón de protesta frente a la sede del Ministerio de Gobierno y dejó una carta al titular de la cartera, Eduardo Del Castillo, exigiendo respeto al trabajo de la prensa. Una seguidilla de más de 40 ataques físicos contra periodistas durante el paro de 36 días que cumplió Santa Cruz exigiendo Censo 2023, además de acusaciones penales, secuestros, torturas, presión para acabar con el secreto de fuente y asfixia económica a los medios, justifica la protesta y lo que afirmo antes: que estamos muy mal en garantías y seguridad en el trabajo de prensa.
Hay que aclarar que las agresiones sufridas por los trabajadores de la prensa no surgen solo desde los tres niveles de gobierno, en especial -insisto- desde el nivel central, sino también de sectores afines y movilizados por los partidos que están en función pública, e incluso de otros grupos afines a los gobiernos que se declaran opositores, o del sector de los llamados auto-convocados. Frente a tantos ataques, llama la atención la inacción de la mayoría de los medios cuyos trabajadores figuran entre las víctimas de la violencia, pero a los que no han sido capaces de defender asumiendo los costos y la gestión de los engorrosos procesos judiciales, menos los de los servicios de salud necesarios.
Esto sin hablar no apenas de la falta de actuación de la justicia para admitir los casos denunciados, sino de algo peor: su actuación criminal para favorecer a los denunciados, como bien pueden dar testimonio de esto, otra vez, Juan José y Roberto. Lo mismo está pasando con el Ministerio Público y con la Policía, con una frecuencia alarmante y que tiende a aumentar aun más en los próximos tres años que se vislumbran de alta conflictividad, confrontación y deterioro de la convivencia entre bolivianos. Sin ir muy lejos, mirando hacia adentro, ¿acaso no hemos retrocedido también en iniciativas muy interesantes lanzadas en el gremio, como fue en su momento el Defensor del Lector en EL DEBER y que prometía contagiar a otros medios? Este dato, solo por citar un caso.
Un panorama desalentador no apenas para el gremio, para la prensa, sino sobre todo para la sociedad en su conjunto que, a la larga, terminará siendo también muy afectada por los embates contra los trabajadores de la prensa y los medios de comunicación. La pérdida de libertad de prensa tiene un impacto directo en el deterioro o restricciones en el ejercicio de esos otros dos derechos fundamentales citados antes: libertad de pensamiento y libertad de expresión. Es frente a este panorama que traigo la urgencia de compartir con ustedes la necesidad de ir más allá del acostumbrado intercambio de ideas (o de lamentos), del debate (por supuesto siempre necesario y útil), y plantear de una vez por todas una acción concertada para identificar y encarar desafíos concretos que nos permitan encarar con inteligencia y superar riesgos, amenazas y pérdidas.
Desafíos urgentes
La lista de desafíos puede ser larguísima, como me lo anticipa el resultado de un ejercicio que hice para alimentar estas reflexiones. Pedí a medio centenar de amigos periodistas y de otros oficios que me dijeran cuáles consideran son los dos principales desafíos que debemos enfrentar hoy los periodistas y cuáles los dos más importantes que deben encarar a su vez los medios de comunicación. Veintisiete de ellos se dieron el trabajo de compartir conmigo sus criterios y de ahí surgió ya una larga lista con sugerencias claras y diversas. Para facilitar el trabajo de selección, sin dejar de aprovecharlas todas, decidí ordenarlas en tres grandes grupos: uno hace al ejercicio puro y simple del periodismo, otro al del modelo de negocio y responsabilidad de los medios de comunicación, y el último, no por ello menos importante, a la academia, a la formación de más y mejores periodistas.
Arranco con el primero, diciendo simplemente que el primer gran desafío para nosotros periodistas no admite vueltas ni tiene mucho misterio. Y ese primer desafío no es otro que el de volver a la esencia del oficio. Ya lo dijimos en 2008, durante una convocatoria muy interesante hecha por la Asociación Boliviana de Ciencia Política (ABCP), llamada Itinerario de la Coyuntura Política Boliviana (Icoba) y que partió de un documento base sobre Medios de Comunicación y Democracia en Bolivia, justo el tema sobre el cual me tocó trabajar. Dije entonces y lo repito hoy: la primera tarea es volver a nuestro origen, recuperar el “deber ser” del periodista, ese “convencimiento íntimo del periodista” que le llega con una “noción de responsabilidad” muy clara, como lo anotó el venezolano Jesús Urbina al que cité entonces para sustentar mi apuesta.
Una apuesta que se enriqueció con el planteamiento de Gianfranco Bettetini y Armando Fumagalli, que en lo personal me encanta recordar una y otra vez: la de una “ética de la primera persona” que marca la diferencia entre el periodista fiel a ese “deber ser” y que incide sobre la orientación de las noticias que publica el medio donde trabaja, y el otro periodista que se convierte en una cajita de resonancia, en una ficha anónima, proclive a excusas de todo tipo para justificar su inacción, débil, ineficiente o nulo trabajo de investigación, consultas, contrastes y lecturas a las que obliga la cobertura de los hechos.
En ese “deber ser” se enmarca la mayoría de los desafíos planteados por mis fuentes: ser objetivo, verídico y ético; cuidar contra viento y marea la confianza, el nombre y la marca ganada por cada periodista; vivir la integridad día a día; mantenerse periodista y no caer en el activismo; vencer el miedo y no dudar al momento de cuestionar el abuso del poder; superar el mito de la imparcialidad y de la objetividad; nunca someter o rifar su independencia ante sus eventuales auspiciadores. Y superar también el ego, el afán a veces soslayado de ser “estrella” y no periodista, algo que nos está impidiendo de tejer redes, de trabajar en equipo, para lograr no solo mejores coberturas y reportajes, sino más seguridad personal y de grupo, alcanzar más audiencias y ofrecerles mejor prensa.
El otro gran conjunto de desafíos para los periodistas tiene que ver fundamentalmente con conocimiento, formación y capacidad para adaptarse a nuevos modelos de negocio y a las nuevas tecnologías. El aprendizaje debe ser permanente, en todas las áreas, y debe ser compartido. Un aprendizaje que nos permita también conocer y comprender mejor cuál es la dimensión de las empresas y medios de comunicación, cómo lograr la independencia y solvencia económica. Que nos ayude a posicionarnos mejor en lo que hoy se llama ecosistema tecnológico. Y de yapa, otro desafío que hace al gremio: darle más valor y vigencia a las instituciones u organizaciones naturales del sector, como son los sindicatos, las federaciones, las asociaciones, los colegios, los tribunales de imprenta. En todo caso, es lo que hacen ya las Asociaciones de Periodistas de La Paz y Santa Cruz.
Entre los desafíos destacados para que asuman los medios de comunicación figuran el de ser capaces de trabajar sus propias agendas, zafarse de la imposición de agendas por parte de los gobernantes de turno, de los intereses sectoriales del poder económico o de las que definen otras organizaciones de la sociedad civil. Esto implica rescatar una agenda que esté conectada a los temas que importan a la gente, a sus necesidades, pero que incluya también otros de educación y formación de audiencias con capacidad crítica y de autocrítica. También, el de asegurar la independencia a través del éxito en sus planes de sostenibilidad económica, hoy uno de los principales problemas en los medios.
Como decía el padre jesuita Víctor Codina: “Necesitamos un periodismo más valiente, más profético, más crítico, menos sensacionalista y superficial; un periodismo cargado de periodistas capaces de convertirse en un puente sólido y abierto entre a magia de la técnica comunicacional y quienes protagonizan y reciben la información”. Acá, un hincapié oportuno. Cuando el padre Codina hablaba de protagonistas de la información se refería no únicamente a los que hoy copan los espacios noticiosos, esos que están en alguna y eventual función pública, o esos otros encumbrados en famas efímeras. Víctor hablaba de la gente común, la que cada día salta de la cama para largarse al trabajo o a estudiar y apenas sí puede hacerse escuchar.
Finalmente, sugerencias hechas como desafíos a encarar desde la academia que valen tanto para los periodistas como para los medios de comunicación, pero sobre todo para las universidades, institutos, fundaciones y otras instituciones educativas que tienen en su plan de formación carreras, cursos y programas de capacitación para periodistas: es importante revisar los contenidos y las modalidades de enseñanza hoy aplicadas, no para trastocar todo, sino más bien para actualizar y complementar lo que hoy ofrecen.
En lo que se refiere a la esencia misma del periodismo, como ya dijimos antes, no hay misterios: los fundamentos básicos mantienen su vigencia a la fecha y son importantes para formar en ese “deber ser” a las nuevas generaciones de periodistas. En lo que sí están obligados a cambiar es en la actualización de contenidos que incorporen no solo los nuevos formatos y vehículos utilizados para difundir lo que recogen los periodistas, sino también los nuevos modelos de negocios y destrezas para aprehender y trabajar nuevos temas a incorporar en las agendas informativas.
Para cerrar estas reflexiones, quiero volver a recordar una frase de la periodista y traductora española Pilar Del Río, directora de la Fundación José Saramago, que considero una inspiración poderosa y permanente para todos, particularmente para nosotros periodistas: “La libertad no nos la regalan. La libertad se conquista todos los días. Y yo la uso para decir lo que pienso. Y quiero seguir diciendo lo que pienso, sea o no oportuno, en cualquier medio donde trabaje”.
Añado de yapa algo muy personal, una oración con la que inauguro cada uno de mis días y que siento como necesaria para complementar la de Pilar: Dios, le pido por favor que cada palabra que yo escriba, cada palabra que yo diga, cada decisión que yo tome esté inspirada en su Palabra y guiada por su Luz.
La Paz, lunes 5 de diciembre de 2022.
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