Por Andrés Gomez Vela (*)
Escribo el sustantivo completo porque el periodismo obliga a llamar las cosas por su nombre. Si voy a limitarme a decir “facho de m…”, alguien puede decodificar como “facho de Munaypata”. Además, el mismo presidente Luis Arce cantó así en el cumpleaños de Bolivia. ¿Por qué yo no podría escribir facho de mierda? Sin embargo, el objetivo del Tinku Verbal de hoy no es reflexionar sobre estas palabras despectivas, sino sobre tips para identificar a un “facho”.
Antes de dar las pistas, una confesión. En mis tiempos universitarios yo también canté La Caraqueña, de Nilo Soruco, alterando la letra original: Nunca el mal duró cien años, ni hubo pueblo que resista; ya la pagarán, fachos de mierda (no llores prenda), pronto volveré.
¿Por qué agregábamos esas palabras? Porque mi generación, aunque es posdictadura militar, identificaba como fascistas a los dictadores militares que habían accedido al poder por las armas y sobre miles de muertos. También identificábamos como “fachos” a los políticos que habían participado en aquellas dictaduras y que habían permanecido o vuelto al gobierno cuando la democracia llegó. En nuestro criterio, estos políticos no debían ser considerados demócratas, sino “fachos de mierda” porque los verdaderos demócratas habían luchado contra las dictaduras militares, y muchos habían sido asesinados, precisamente, por los fachos.
Ahora sí, vamos a los tips. En 39 años de democracia, verifiqué que los fachos pueden venir de arriba o de abajo. Pueden acceder al poder por las armas o por las urnas. Pueden ser de derecha o de izquierda. Madeleine Albright señala que “el fascismo tal vez deba ser visto no tanto como una ideología política, sino más bien como un medio para conseguir o mantener el poder”.
Hasta la primera década del presente siglo, creía que el facho era siempre de derecha. Pues no había sido así. El facho original (si vale el término) fue de izquierda y militante del partido socialista de Italia. Me refiero a Benito Mussolini, cuya metamorfosis política del socialismo al fascismo es descrita en detalle por Antonio Scuratti, en su libro M. El hijo del siglo. Es decir, un facho puede llegar al poder como socialista y perpetuarse como fascista, pero sin perder la máscara de socialista.
En su libro Del fascismo al populismo en la historia, el historiador argentino Federico Finchelstein dice que la matriz fascista se compone de binarismos tradicionales como “nosotros versus ellos” o el pueblo contra sus enemigos, y de la trinidad: líder, pueblo y nación. Trinidad que termina haciendo creer al facho que es la misma encarnación del pueblo. “Pueblo” que hace lo que el facho dice porque el facho se cree intérprete de lo que quiere el “pueblo” que siempre necesita, según el facho, un guía, un “führer”, un “duce” o un jiliri irpiri vitalicio porque “el pueblo” nunca alcanza la madurez total. Entonces, el facho se cree insustituible e impone la reelección indefinida.
El facho no cree en la democracia, pero acepta sus reglas hasta acceder al poder. Ya en el poder, destruye la democracia desde adentro hasta imponer una dictadura totalitaria. Para alcanzar este objetivo, aniquila a la sociedad civil, desmantela las organizaciones sociales, acosa a las organizaciones no gubernamentales y acumula todos los poderes. El facho respeta la Constitución cuando le conviene y la viola cuando obstaculiza sus objetivos.
Aquel que lo desafía o le pide transparencia es un enemigo existencial que debe ser perseguido, no por las fuerzas policiales, sino por fiscales, jueces o grupos paraestatales. Así se diferencia del dictador militar que usaba a las fuerzas estatales para deshacerse de sus enemigos. El facho usa grupos de choque para hacer creer que el mismo “pueblo” enfrenta a sus enemigos.
El facho suele ser carismático y hábil para establecer un vínculo emocional, a tal punto de despertar un culto religioso en torno a su figura. Hurga sentimientos populares profundos (humillaciones, discriminación, derrotas colectivas) hasta desatarlos, pero no los resuelve cuando llega al poder, las mantiene porque esa es su energía. Por eso, organiza marchas de la muchedumbre.
El facho usa la educación para adoctrinar con el cuento de forjar “hombres nuevos”. Predica que sólo él y sus seguidores tienen derechos; sus adversarios no. A éstos los descalifica llamándolos delincuentes, antipatrias o “enemigos del pueblo”. Tolera y fomenta la violencia de los suyos, pero se presenta como víctima de años de violencia. No le gustan los periodistas, sino los propagandistas. Es un maestro de la posverdad, un rey del fake news.
Con estos tips divisarás al “facho” cada vez que cantes La Caraqueña con la letra alterada.
Andrés Gómez Vela es periodista.