Opinión

Bolivia y su propia primavera negra

Por Maggy Talavera.

Una primavera negra y que además parece eterna es la que vive Bolivia desde hace años, gracias a lo que un actor estadounidense llama el “florecimiento” de políticos de todo tipo “que juegan a ser pirómanos y bomberos a la vez”. Viggo Mortensen explica: estos políticos “crean los problemas con sus propuestas simples y descabelladas, y luego se ofrecen a solucionarlos con fórmulas absurdas”. ¿Acaso no es esto lo que estamos viendo “florecer”, una vez tras otra, en el escenario político nacional?

No es fácil decirlo. Duele hacerlo. En primer lugar, porque ¿quién se alegra al ver su jardín lleno de mala hierba? O diciéndolo sin artificios, ¿quién se alegra de ver al país sometido al juego político, más de pirómanos que de bomberos? En segundo lugar, porque generalizar nos lleva siempre a cometer injusticias. Siempre hay excepciones. Lamentablemente, por lo visto ahora, la mala yerba es la regla; y la planta buena, la excepción. Amalaya la realidad fuera inversa, pero no lo es. La coyuntura electoral nos devuelve otra vez a esa realidad.

Una realidad poblada de políticos incendiarios, y en todos los bandos, muchos de los cuales tienen más acciones descabelladas que propuestas simples para el país. Refuerzo eso de los bandos opuestos igualados en su piromanía, porque queda claro otra vez que el problema no es apenas el MAS y su cúpula obsesionada con el poder total. Ya se sabe a qué apuesta, cómo opera, de qué recursos echa mano para alcanzar su propósito y, además, las ventajas con las juega este juego. Unas ventajas para nada despreciables, sino todo lo contrario.

El problema también está en el bando opuesto al MAS, poblado de actores que se ofrecen como alternativa democrática al proyecto masista. La buena hierba, dirán esos. Dicen ser diferentes, aseguran luchar por la defensa de la democracia y por el interés de la mayoría. Pero sus palabras se las lleva el viento. Lo que quedan son sus actos, las decisiones que van tomando y las apuestas por las que se juegan. Actos, apuestas y decisiones recientes que, en su mayoría, son más de pirómanos que de bomberos. Alimentan la hoguera.

¿De qué otra manera puede calificarse, por ejemplo, la absurda y hasta irracional explosión de candidaturas que se perfilan desde el bando opuesto al MAS para las elecciones del 7 de marzo del próximo año, en las que elegiremos a nuestras autoridades departamentales y municipales? Aclaro: no abogo por un único frente alternativo, forzado e impuesto contra viento y marea, porque ese tampoco es el camino. Pero sí por la unión de dos o tres fuerzas que, reitero, tienen más cosas en común que factores que las separan.

Factores en común que trascienden al discurso anti-MAS y que hacen referencia más bien a una visión de desarrollo y a un plan de gobierno compartidos. Son organizaciones políticas a las que lo que las separa son las listas de candidatos o, en su defecto, pugnas específicas por liderazgos y egos personales. Estas pugnas alimentadas, hay que decirlo, por intereses muy particulares de grupos o sectores que terminan imponiéndose por encima de planes o programas de gobierno. Al momento, pugnas agravadas por deslealtades y resentimientos.

Que ese no es un problema nuevo en la política boliviana, ya lo sabemos. Pero lo patético hoy es constatar cómo las fuerzas políticas opuestas al MAS persisten en los errores que no les permiten resolver el problema, a costa de su propia sobrevivencia. No les ha valido el duro golpe recibido en las elecciones generales de octubre pasado, un certero mazazo que remata la seguidilla de golpes que han recibido a lo largo de casi catorce años. Hoy insisten en repetir errores, como la dispersión de votos que beneficia únicamente al MAS.

Por supuesto que nada de todo esto sería considerado una grave amenaza o un problema serio para los bolivianos, si el partido de gobierno no fuera lo que es: un proyecto político que apuesta a la concentración del poder, al control de todos los poderes del Estado y a la consolidación de una única y poderosa fuera política. Unos objetivos a los que cada vez se aproxima más, no solo por méritos propios, sino también a los desaciertos e incoherencias de los actores políticos que tiene al frente (o abajo).

Estamos entrando a una semana decisiva para la definición de las candidaturas que serán habilitadas para disputar nueve gobiernos departamentales y 339 gobiernos municipales. El plazo de registro de candidatos vence el próximo sábado 19. Ahí podremos saber quiénes ganarán esta absurda pulseta, si los pirómanos o los bomberos. Y podremos avizorar mejor si la primavera negra acabará pronto o se prolongará más allá del Bicentenario de Bolivia. Un pronóstico que depende también, y no en menor grado, de la capacidad que tenga la mayoría de elegir a líderes distintos a los malas hierba que dominan hoy el campo político.